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6 diciembre, 2012

El artista alemán expone su obra Walking South en el Faena Arts Center.

 A un año de su apertura, el porteño Faena Arts Center expone Walking South, un gigantesco mural que Franz Ackermann realizó especialmente para ese antiguo molino portuario en el marco de sus «mapas mentales». Con motivo de la inauguración, entrevistamos al artista y a la productora de esta travesía —Clara Caputo—, en el contexto de este exclusivo espacio, donde el autor ha desplegado lo que es, hasta el momento, su obra de mayor tamaño.

 

Por:  Cordón

Franz Ackermann se autoproclama un artista analógico y, según pudo comprobar la productora de su actual muestra en el Faena Arts Center, tiene toda la razón. Trabajar los meses previos a la muestra, con este artista tan especial, fue una experiencia vintage. Son escasas las concesiones que Ackermann realiza a la tecnología; una de ellas es el uso del celular que nos muestra entre sus manos, un vetusto pero aún útil Nokia 1100.

Nos comenta la productora­: «El diálogo por correo electrónico fue imposible con Franz, y para que me atendiera el teléfono tenia que mandarle previamente un mensaje al celular, pero quizás esto hizo que nuestra colaboración finalmente sea más estrecha, al tratar de aprovechar más a fondo los momentos de trabajo». Doce años después de su primera visita a Buenos Aires, Ackermann nos sorprende con su trabajo: un site specific de 260 metros cuadrados, que es, al día de hoy, su obra más grande.

El transporte de los 23 paneles de los que consta el mural se efectuó por barco en un container, con un servicio puerta a puerta desde Alemania, para evitar deterioros a la obra y facilitar el montaje. Para la ejecución, el artista regresó a Buenos Aires en dos oportunidades, en las que fotografió puntos emblemáticos de la ciudad para realizar este «mapa mental» iniciado en agosto de este año en Berlín, su ciudad de residencia, y finalmente consumado en Buenos Aires. Ackermann trabajó con dos ayudantes que vinieron con él desde Alemania, más otros siete argentinos.

Walking South sintetiza, como su nombre lo anuncia, la experiencia de Ackermann como peregrino de la ciudad porteña, alguien que recorrió sus calles y, al hacerlo, siguió el espontáneo curso de la vida cotidiana.

«Durante diez días hice caminatas diarias desdeLa Bocahasta Palermo y anduve en bicicleta junto al Río dela Plata. Toméel tren hasta el final de la estación y volví caminando hasta donde sentí que era interesante. No es que haya encontrado cosas interesantes a cada momento: solo la vida cotidiana. Hubo aburrimiento, sol, lluvia, buenas y malas calles. A veces, café muy malo; brillante la mayoría de las veces. Me gusta el anonimato. Me gusta esta forma de urbanismo en la que sos solo una parte de una situación muy compleja. Caminando en Once, podés sentir diferentes capas de la economía, el tiempo, la moda, las tendencias. Observar a la gente es muy interesante. El mural es un fragmento de Buenos Aires, esto es lo que elegí mostrar, interesado en las problemáticas de las ciudades de la globalización: hacinamiento habitacional, abandono de espacios públicos, problemas de suministro en servicios básicos… Si los países no organizan planes de desarrollo sustentable, el mundo va hacia ciudades imposibles de convivir».

Famoso por realizar «mapas mentales» de las ciudades que visita, el pintor desarrolla una estética de las obras donde se ve la reinterpretación de símbolos y patrones propios, formando conglomerados de formas posgeométricas y proorgánicas a modo de meandros. Moviliza un registro en el que la abstracción está abierta y deja de ser la elección de un estilo moderno de representación visual, pues alude, en su táctica de estructurar esquemas extravagantes, a un relato sobre la transformación que proviene de la relación posmoderna que plantearon las prácticas abstractas de los últimos treinta años, cuando involucraron este tipo de visualidad con la necesidad de construir mapas o modelos de fragmentos de la realidad social, económica y mental.

La experiencia de apreciar Walking South es impactante y profundamente energética en un principio, cuando nos invade el color con una gran potencia espacial y casi física. Se torna más compleja al acercarse al núcleo, al observar de cerca y minuciosamente las fotografías. A modo de simple descripción, y según el propio artista, este «mapa» en particular «es como una película, como un túnel, que hay que mirarlo, recorrerlo de izquierda a derecha, comienza por unos cables sueltos en el panel izquierdo y termina con otros cables sueltos en el panel de la derecha». Se compone de cuatro partes que ayudan a comprender la narración: los paneles laterales representan en su conjunto lo subterráneo de la ciudad, lo que está por debajo de lo que apreciamos a simple vista; en el centro, hay una especie de núcleo, «una pupila, lo llamo yo», explica Ackermann. «Si no estuviera, uno entraría en la sala y vería una gran pintura, pero se perdería, no sabría por dónde empezar a mirarla. En cambio, con esto, la gente se acerca al núcleo, mira los detalles, lo mira de cerca. Si no estuviera esta pupila central, observarían el mural sólo de lejos, como quien observala Torre de Pisa o la Torre Eiffel». A la derecha de la «pupila», varias formas abstractas y orgánicas confluyen en un centro, dando una sensación centrifuga que estalla de color; es así como están representadas las calles, las avenidas y las autopistas de Buenso Aires. Finalmente, la cuarta parte está a la izquierda del centro y representa a la reunión de la gente, también en brillantes colores y con círculos concéntricos atravesados por una forma orgánica y contenidos entre grandes ángulos.

Franz Ackermann básico

Experimentando con prácticas inspiradas en la deriva situacionista y la psicogeografía,* se vale de fotografías y bocetos que realiza a lápiz, tinta o acuarela, tomados durante sus viajes, para realizar mapas mentales. No se trata de reproducciones miméticas, sino de una síntesis entre el mundo físico y el psicológico.

A partir de estos, compone sus instalaciones de gran escala, conglomeraciones de colores vibrantes que enfrentan al espectador con una perspectiva colapsada de espacios pictóricos, geográficos y arquitectónicos.

Para Ackermann, sus travesías y sus experiencias son parte del proceso creativo.

Ha expuesto individualmente en Kunstmuseum Bonn, Irish Museum of Modern Art, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Museum of Contemporary Art de Chicago, entre otros. Sus obras se encuentran en importantes colecciones, comola Daimler Contemporaryde Berlín y el Inhotim Centro de Arte Contemporânea, Minas Gerais.

 

Nota

* La psicogeografía es una propuesta del situacionismo en la cual se pretende entender los efectos del ambiente geográfico sobre las emociones y el comportamiento de las personas. Una de sus estrategias más conocidas, la deriva, es una caminata urbana sin rumbo específico, siguiendo los impulsos del momento.

[showtime]

Franz Ackermann en el Faena Arts Center (Aimé Paine 1169), desde el 10 de noviembre, de jueves a domingos de 12 a 19. Entrada: 30 pesos.