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13 mayo, 2014

Analizame Hoy: Suerte

Autor, actor y director: Marcelo Savignone

Por Dra. Raquel Tesone

La pieza teatral Suerte está cargada de creatividad gracias a la prolífica imaginación de Marcelo Savignone, quien logra que los espectadores nos instalemos en la intimidad y en el drama de un hombre con tentativas reiteradas de suicidio. Lo interesante es que ante esta temática de una inmensa complejidad, su autor consigue desdramatizarla y transforma la tragedia en comedia. El resultado es que el público no para de estallar en carcajadas frente aquello con lo que, sin llegar a ser como el personaje un suicida en potencia, puede identificarse a la hora de enfrentar una separación. El protagonista hace todos los intentos posibles por quitarse la vida y ni para eso la suerte está de su lado. Tampoco la suerte lo ayuda para recuperar al ser amado, y esto conlleva un efecto cómico. Camino a la depresión, la música y el canto le permiten sacar afuera los sentimientos que lo atormentan.

En varios momentos de la obra, uno se pregunta si en verdad el protagonista quiere suicidarse o, en realidad, hay un deseo que se vehiculiza en sus fallidos intentos, como el deseo de demandar auxilio y saberse existente para otro.

Si como señala Freud, la muerte no posee representación en el psiquismo, el intento suicida podría estar respondiendo a múltiples significados sobre lo que cada persona imagina acerca de la muerte o de la muerte en vida. Por lo cual, se plantea si la tentativa de suicidio sería una búsqueda de la muerte, de lo imposible, de lo irreprensentable, o un modo peculiar con que se pone en cuestión el sentido de la vida.

El personaje parece interrogarse sobre cuestiones que, a su vez, se anudan al amor: ¿si mi amada sabe de este sufrimiento, retornará?, ¿si me daño el cuerpo, se aliviará el dolor de mi alma, como si un dolor anulara al otro?, ¿si me mato, mataré al ser que amo dentro de mí y dejaré de sentir este dolor? En este punto, el fantasma de la muerte se abrocha a la idea de liberarse del desconsuelo. Aquí, parece presentarse de manera flagrante como un síntoma del duelo por la pérdida del amor. Como todo síntoma, solo se puede analizar en la historia subjetiva, y no podemos generalizar las causas.

Para el protagonista, el amor es una enfermedad que no encuentra remedio y la muerte aparece como la salvación. La obra alcanza a captar las similitudes de reacción ante ciertas frustraciones de la cotidianidad de un hombre que vive solo y que tiene que arreglarse con la ausencia diaria del ser querido. En muchos tics de esta convivencia con su soledad y de la frustración de no contar con otro, el público puede reflejarse con la típica idea de «¡me quiero matar!». Esta obra le pone sentido del humor a aquello que suele desesperarnos o desesperanzarnos. Y nos deja pensando si el intento fracasado de suicidio podría interpretarse como una tentativa de renacimiento donde haya lugar para la esperanza de una vida mejor.

 

Savignone supo combinar, a través de su interpretación, la destreza física y la versatilidad actoral con el canto, acompañando las escenas con canciones que tienen una poesía adecuada para la obra, y una voz que transmite intensas emociones.