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1 octubre, 2015

Cómo hablar de cosas que no existen

Cómo hablar de cosas que no existen

 

31º Bienal de San Pablo

 Por Elena Oliveras

Al menos en una primera instancia, quizás uno de los aciertos de la 31º Bienal de San Pablo haya sido el título incompleto elegido por los curadores. Oren Sagiv (Israel), Nuria Enguita Mayo (España), Pablo Lafuente (España), Galit Eilat (Israel), Charles Esche (Inglaterra), y los curadores asociados Benjamin Seroussi (Francia) y Luiza Proença (Brasil) optaron por colocar puntos suspensivos a ser llenados por el espectador: Cómo (…) coisas que não existem. Entre las muchas opciones estaban:

… hablar de

… convivir con

… luchar contra

… aprender de

… soportar

… usar

La introducción de puntos suspensivos, en un sintagma normalmente lleno, puso al visitante en estado de alerta confirmándose la célebre frase de Marcel Duchamp: «Son los espectadores los que hacen la obra de arte».

Buscar el verbo que complete el sintagma incompleto requiere aclarar los términos del predicado. ¿Qué es, concretamente, lo que no existe? ¿Es algo que alguna vez existió y que hoy se ha borrado de nuestra memoria? ¿Es algo que existe pero que no queremos o no podemos ver? ¿Es algo que nunca existió pero puede existir, como es el caso de la utopía?

Eso que no existe puede ser también lo que colocamos fuera del foco de nuestra atención, lo que conforma lo no normalizado, lo exótico, lo extraño, lo sorprendente. Pero hoy sabemos, desde la deconstrucción derrideana, que «lo Otro» no se distingue totalmente de «lo Mismo». La Mismidad (lo que creemos ser) no es idéntica a sí misma, por lo cual «lo Otro» también la constituye.

El título-enigma de la 31º Bienal pone de manifiesto un problema mayor del mundo contemporáneo: ¿cómo vivir en un mundo que está en un permanente estado de transformación, donde las formas tradicionales de relacionarse (incluyendo el trabajo, la convivencia, el arte) ya no encajan, y las nuevas formas aún no han sido claramente esbozadas?

Correspondió al artista indio Prabhakar Pachpute ‒quien desplegó sus obras en varios pisos del Pabellón Matarazzo, sede central del evento‒ el diseño de la imagen identificatoria de la Bienal: una blanda Torre de Babel, vestida con una suerte de traje de bahiana, bajo la cual un conjunto de piernas parecía marchar en una misma dirección.

Estuvieron ausentes los highlights internacionales que iluminaron las anteriores ediciones de la Bienal de San Pablo. Faltaron nombres estelares como los de Marina Abramović, Sophie Calle, August Sander, Ian Hamilton Finlay, Vik Muniz, Ernesto Neto o Cildo Meireles. En este sentido resultó una Bienal más bien tranquila, lo que no hizo que algunos trabajos no sacudieran al público por sus propuestas escandalosas.

Argentina estuvo representada por el Grupo Etcétera, Juan Carlos Romero, Vivian Suter (con pinturas sin bastidor sujetas al viento, al sol, a las inundaciones) y Alejandra Riera junto a la Compañía de Teatro UEINZZ.

Como suele ocurrir en eventos internacionales, el video estuvo ampliamente representado y la selección de artistas no obedeció al criterio de la edad, por lo cual se pudo apreciar la «figuración radical» de Jo Baer, nacida en 1929, colindando con la obra de jóvenes artistas emergentes. Asger Jorn, representante del Grupo COBRA, también estuvo presente, pero esta vez con una obra marginal, 10.000 años de arte popular nórdico, un trabajo documental realizado con el fotógrafo Gérard Franceschi durante los años 1961-65.

 

Re-pensar el mundo

Bajo el concepto general de «lo que no existe» se desplegó un gran espectro de temas, como el conflicto israelí-palestino, las protestas callejeras en Brasil, los recientes estallidos racistas en Estados Unidos, el espionaje digital, las condiciones carcelarias, la crisis del capitalismo mundial. Asimismo se dio cabida al aborto en América Latina, al travestismo, a los abusos sexuales, al crecimiento del evangelismo, a la corrupción del poder político y al rol de los medios de comunicación.

Se trató, en síntesis, de re-pensar el mundo, siendo el arte el lugar privilegiado para ello. Es con la distancia justa para ver que nos procura el arte, y con la lentezza d’animo (Alberti) que promueve, que el mundo se hace visible en toda su densidad.

En la búsqueda de una nueva mirada se ubican el filósofo y drag queen peruano Giuseppe Campuzano (1969-2013), fundador del Museo Travesti del Perú, y Voluspa Jarpa. En su Historias de aprendizaje, la artista chilena invita a releer la historia de la dictadura militar latinoamericana tomando como punto de partida documentos de la CIA desclasificados que ella reproduce en paneles colgantes. Algunos refieren a la dictadura brasileña (1964-1985), incluyendo el asesinato de João Goulart en 1976 en Argentina por el Operativo Cóndor. La lectura será siempre incompleta dado el juego enceguecedor de tachaduras, reflejos y superposiciones, del que participa el propio cuerpo del espectador.

También Juan Downey (1940-1993) postula en Trans Américas la necesidad de una nueva mirada de la región. Según afirma Octavio Zaya en Babelia, los videos de Downey proyectados en varios canales constituyen uno de los principales núcleos de la 31º Bienal. La intención del artista chileno fue realizar una videoexpedición de interés tanto antropológico como político, desde Toronto hasta Tierra del Fuego, buscando –infructuosamente– denominadores comunes de identidad de los distintos pueblos. La falta de relación entre ellos, o los conflictos desatados, hacían que el concepto de «América» como unidad resultara una gran ilusión abierta al futuro.

 

El travestismo en el centro

La 31º Bienal presenta lo «trans» de una manera amplia como transgresión, tránsito, transformación, transgénero. Así lo entiende Giuseppe Campuzano aportando una nueva lectura de la historia del Perú desde una perspectiva travesti. Utopía de la no discriminación que pone en evidencia que la historia, lejos de ser la madre de la Verdad, no es más que una narración. Es lo que demostró el filósofo de la historia, y filósofo del arte, Arthur Danto en Historia y Narración.

Campuzano desarrolla un relato barroco, a veces kitsch, con maquillajes que parecen máscaras y vestidos que parecen disfraces. Y nos habla de un Perú que puede ser contenedor de todos los mundos posibles. Un Perú de mezclas al que apunta su hipótesis: «Toda peruanidad es un travestismo».

En la megainstalación Línea de Vida, Campuzano ingresa a la historia por la puerta de atrás mezclando los extremos de lo masculino y de lo femenino con un muestrario que se inicia en las culturas pre-incaicas y llega a las post-industriales.

Virginia de Medeiros, por su parte, puso en evidencia la situación ambigua del travesti en su video Sergio y Simone. Vemos allí a Simone, un travesti que se ocupa de un santuario de adoración de deidades y que, luego de abandonar su identidad femenina, recupera el nombre y la identidad de Sergio como pastor de una iglesia evangélica. Medeiros presenta un trayecto de vida donde las dos caras de una misma moneda resultan intercambiables.

 

El triunfo de la subjetividad

No sólo la historia latinoamericana es re-escrita en las propuestas de Campuzano, Jarpa o Downey. También lo será la historia del arte en la obra de la rumana Lia Perjovschi. Una historia del arte subjetiva es una investigación sobre el arte contemporáneo desde el ángulo exclusivo del gusto personal.

También se impone el subjetivismo en la obra de Qiu Zhijie (China). Su formación como calígrafo le permitió trabajar a mano alzada en su Mapa, una megainstalación efímera que ocupó la rampa de acceso a la Bienal. Nombres de cuño personal ‒que mantienen la tradición china de mapear lugares imaginarios‒ evaden el lugar común geográfico e incorporan, por momentos, conceptos curatoriales de la Bienal, como «sociedad del espectáculo», «impasividad» o «resiliencia».

Desde distintas perspectivas, Perjovschi y Qiu Zhijie recrean el concepto de «la muerte de Dios» nietzscheana, señalando la inexistencia de una Verdad con mayúsculas y la centralidad del sujeto.

En relación con la desaparición de la Verdad-raíz como fundamento, la inglesa Imogen Stidworthy presenta la idea de verdad-rizoma, extendida en múltiples direcciones. Su video Barrer tuvo por tema la labor del educador, psiquiatra, escritor, dibujante y cineasta Fernand Deligny. Fue precisamente Deligny quien inspiró a Deleuze en su idea del rizoma como figura de un nuevo tipo de verdad.

Barrer muestra acciones de autistas que repiten un mismo movimiento (como en el acto de mover una escoba). Movimiento repetitivo que también encontramos en los trazos de los niños autistas que Deligny toma como base de sus propios dibujos, que ‒en 2012‒ llenaron «rizomáticamente» un amplio sector del Pabellón Matarazzo. A la automatización él agrega el sentido del arte. Sentido que también se adhiere en ejemplos de Barrer cuando la repetición automática logra transformarse en música o en danza.

 

Apunten al capitalismo y la religión

En su video Letra muerta o el lapsus de Pasolini, Juan Pérez Agirregoikoa revisó El Evangelio según San Mateo (1964) de Pier Paolo Pasolini. En su relectura del film, el artista vasco recupera una zona periférica de San Pablo y agrega pasajes del Evangelio, como la parábola que premia al «inversor» y castiga al que fracasa en la empresa, apuntando así a uno de los fundamentos del capitalismo occidental.

La violencia política fue un tema central de la 31º Bienal, centralizada por Juan Carlos Romero en una recreación de su conocida instalación Violencia (1973-1977). Esta vez dialogaba con Voto, una serie de fotografías digitales de Ana Lira que registraban la acción espontánea del público sobre afiches con la imagen «publicitaria» de un candidato a intendente de Recife. La política como espectáculo resultaba una elocuente forma de violencia frente a la cual los espectadores reaccionaron con saña.

La violencia política también pudo ser vista en Alegato de Clara Ianni y Débora Maria da Silva. El video mostraba el cementerio Dom Bosco, en el Barrio Peras de la periferia de San Pablo, donde el paisaje urbano y el campestre se encuentran. El cementerio fue inaugurado en 1971 por el gobierno militar brasileño. Allí está enterrado un hijo de da Silva, asesinado en 2006 por la policía.

La violencia implícita en nuestro mundo «progresista» fue motivación principal de Wonderland, del turco Halil Altindere. El video, que integra la colección del MoMA y fue presentado en la Bienal de Estambul de 2013, fue rodado en un barrio de Estambul demolido para edificar modernos edificios. Se destaca allí un famoso músico rapero.

La crítica furiosa a la institución religiosa tuvo dos brillantes exponentes, que resultaron además los de mayor éxito de público. Por un lado, el Grupo Etcétera integrado por Loreto Garín Guzmán (chilena) y Federico Zukerfeld (argentino) presentó Errar de Dios, basado en Palabras ajenas de León Ferrari y en ideas del filósofo italiano Franco Berardi. Los espectadores podían escuchar, al levantar un teléfono, la palabra de Dios (escamoteada a las mujeres) aunque lo que solía oírse era el tono de ocupado.

La religión también fue el blanco elegido por la artista israelí Yael Bartana. En su video Inferno se veía la réplica del Templo de Salomón erigido en San Pablo con piedras importadas de Israel. Se trata este de un mega emprendimiento concretado por la Iglesia Universal del Reino de Dios para recuperar la fe perdida en las grandes ciudades. Bartana filma su destrucción por el fuego y su posterior destino de atracción turística. Entre las ruinas quedó un «muro de los lamentos» en el que los turistas introducen pedidos. Inferno involucra una crítica al líder evangélico Edir Macedo (dueño de la Radio Aleluya) por el lavado del dinero obtenido de sus fieles a cambio de falsas promesas.

 

Otras formas de violencia

De especial impacto entre sus compatriotas argentinos fue el señalamiento de Alejandra Riera en su Ópera Muda. Una foto de la estatua de Colón derrumbada, en las inmediaciones de la Casa de Gobierno (la Casa Rosada), daba cuenta de la falta de respeto del Estado hacia el arte. Y también hacia la memoria del sitio al moverse de su lugar original una escultura-símbolo de la ciudad de Buenos Aires.

La instalación Los incontados, especialmente creada para la 31º Bienal por el grupo teatral colombiano Mapa Teatro, representó la violencia de la guerrilla, del narcotráfico y del paramilitarismo cuando se sirven de la fiesta como dispositivo de escape. En tres espacios articulados se sucedían una fiesta familiar, una celebración pública y un discurso de Pablo Escobar sobre la legalización de las drogas (Discurso de un hombre decente).

Mujeres Creando, grupo boliviano de artistas-activistas, presentó la instalación Útero ilegal. Ubicada en un sector que mira hacia el exterior del Pabellón Matarazzo, llamaba la atención por su tamaño y también por el hecho de incluir al espectador quien, luego de recorrer una estructura de piernas abiertas con su vulva en lo alto, podía ingresar en cada uno de los seis úteros donde se escuchaban relatos de mujeres que habían pasado por el trance de abortar.

María Galindo, fundadora de Mujeres Creando, afirma que la instalación «es una denuncia contra la izquierda latinoamericana, Cristina Fernández de Kirchner, Dilma Rousseff, Evo Morales, que nos prohíben el derecho a abortar y empujan a miles de mujeres a situaciones de riesgo por el sólo hecho de adueñarse de sus cuerpos».

Éder Oliveira extiende la situación de discriminación en su monumental mural Chicos de barras callejeras. Hace allí referencia al prejuicio hacia el Otro, basado en un hipotético physique du rôle, en la apariencia supuestamente amenazante de adolescentes caboclos (mestizos) de barrios marginales.

 

¿Algún lugar para la utopía?

¿Podríamos concluir que la 31° Bienal de San Pablo resultó, en su conjunto, un evento de corte negativista o pesimista, sin respiro para pensar en la posibilidad –utópica– de un mundo mejor?

Valga subrayar que el término «arte pesimista» es una contradicción en sí mismo dado que el arte es una de las más altas manifestaciones del espíritu y, en tanto reflejo de superioridad espiritual, no puede ser considerado pesimista. Por más crítico que sea, es marca de superioridad en medio de la mediocridad existente. Es prueba de «poder», del poder de mostrar lo existente dejando abiertos los caminos de superación.

Esos caminos fueron los que intentó abrir Mujawara («vecindad» en árabe) del grupo brasileño Contrafilé junto a Alessandro Petti y Sandi Hilal, integrantes de una plataforma educativa para refugiados palestinos. La instalación tuvo en su centro un baobab, un árbol que puede llegar a los 30 metros de alto. Traído de África, simbolizó la fuerza creativa de la naturaleza, y del ser humano como parte de ella, aún fuera de las fronteras de origen.

Por su parte, la nigeriana Otobong Nkanga presentó Tierraversación, una instalación con cinco mesas para otros tantos performers (geólogos, activistas, mineros, ingenieros, agricultores) quienes dialogaban con el público. Se constató in situ la procedencia natural de objetos cotidianos (lapiceras, pilas, jabones, dentífricos) y se reflexionó sobre la circulación de los elementos naturales haciéndose evidente la necesidad de cuidar a la «madre» naturaleza, para lo cual es necesario estar informados y comunicados.