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10 mayo, 2012

 

Reconocido artista, responsable de la imagen de AMOF PNP, expresa su sentir.

 

Por Marco Bazalar

 

Desde el taller del artista existe una envidiable vista hacia el mar y se respira un aire de tranquilidad que ya quisieran muchos utilizar como uno de sus más exquisitos refugios para crear nuevas obras. Como diría el comercial, “eso no tiene precio” y es quizás una de sus mayores satisfacciones, algo que le hace olvidar las penurias que tuvo que pasar hasta convertirse en uno de los más representativos cultores del arte en nuestro país.

 

 

Víctor Delfín descansa – por decirlo de alguna manera – desde esta especie de puente de mando donde, sin embargo, la actividad no cesa ni siquiera los domingos. Cuando hay un arrebato de creatividad o una inspiración insomne, no hay modo de decir “hoy no”, sino todo lo contrario.

“Entonces, cada mañana, cuando tengo el privilegio de sentarme a ver el horizonte, recuerdo los años en los que debía laborar como operario de construcción civil porque se terminaba mi beca anual en Bellas Artes y tenía que comer. Cada mañana recuerdo que al principio tuve que vivir a punta de té, yo valoro eso y me ayuda a mantenerme siempre ubicado”, comenta el versátil escultor, pintor, muralista.

Ahora, gracias al prestigio sobradamente ganado en años de arduo trabajo, Víctor Delfín es muy requerido para engalanar los jardines centrales o los frontis de las más diversas empresas y entidades públicas y privadas. Claro, sería ofensivo decirle: “Maestro, queremos que nos haga un emblema o escultura con tales características”, quien lo requiere simplemente sabe qué solicitarle: “Usted díganos qué puede representarnos mejor o dar la idea más exacta de lo que somos o queremos”.

Y nada más acertado que el relieve en bronce patinado con la alegoría de la Policía Montada y una dama policía sosteniendo a un infante, en señal de protección al menor, que el artista elaboró para la Asociación Mutualista de Oficiales – AMOF PNP o aquel otro elemento escultórico (fuente decorativa sobre granito negro) donde un ave escapa de las manos en señal de libertad.

 

Sello distintivo

 

Pero eso no es lo único representativo de Delfín en las instalaciones de la AMOF PNP, sino también una media docena de cuadros de aves estilizadas y pescadores que son ya parte del patrimonio de la institución, un sello por el cual se ha complementado debidamente la imagen e idea de lo que significa la mutualista dentro de la institución policial y la sociedad.

Muchos visitantes de la AMOF PNP también han coincidido en que cada obra exhibida tiene altas dosis de sensibilidad social, las mismas que han llevado al maestro Delfín hasta la misma calle, a expresar su sentir y que lo han identificado con sectores pensantes nada ajenos a la lucha civil. “Algunos académicos – que tanto detesto – muchas veces hablan de inclusión social pero no llevan sus análisis a la praxis, se quedan en el estudio y no desarrollan las propuestas”, asegura.

“Me identifico más con la izquierda porque ellos conocen más de cerca la realidad de las clases desfavorecidas, pero como ejecutivos de sus propias ideas, eso ya es otra cosa. Ojo, aprobar lo que el enemigo político está haciendo bien, eso es parte de la política, cegarse porque sí, es cerrarse, no hay que confundir”, señala.

Como Víctor Delfín sí tiene mucho de pragmático, su mejor forma de democratizar su arte ha sido exponiendo al aire libre. “Cuando me atreví a romper el esquema, llevando mis obras a exponerse al aire en Villa El Salvador, todos pensaban que la gente dañaría las pinturas y esculturas y no fue así. Fue gratificante comprobar que la gente sí respeta el arte, ver a las madres de familia con sus hijos tocando las piezas escultóricas, con reverencia, fue lo más satisfactorio y lo que me animó a seguir con este sistema”, refiere.

 

Arte al aire

 

Por ello, continuó sus exposiciones públicas en el Senati – donde además se exhibe a perpetuidad una obra escultórica con su sello – y pronto le tocará el turno a Barranco, que lo acoge desde hace años como morada, a la falda de un acantilado con sus tallados, sus esculturas, sus obras artesanales de inacabable imaginación.

“Pero no me pidan que ejerza más cargos públicos”, responde ante una inquietud sobre sus posibles aspiraciones políticas. “Si yo acepté un cargo como director en la Escuela de Bellas Artes fue específicamente porque le debo mucho de lo que soy. Primero, porque si no hubiera sido becado quizás no hubiera continuado con mi sueño de vivir del arte; en segundo lugar, porque la escuela tenía un bus que nos llevó a conocer nuestro Perú y fue la mejor manera de acercarnos a su realidad; y tercero, porque tuvimos en aquella época a los más reconocidos artistas nacionales como maestros”, refiere.

Víctor Delfín está reñido además con ciertas políticas culturales que no llevan a concreciones, así como las buenas ideas que se pierden en el tiempo. “El Premio Fomento a la Cultura que recibí en algún momento al lado de científicos y tecnólogos, debió perdurar pero seguramente por no continuar lo bueno de los gobiernos anteriores se perdió; felizmente se habla de recuperarlo. Pero si se hace, que sea un premio a la tecnología y a la ciencia también, porque son la misma cosa al lado del arte, todas estas manifestaciones son parte de la cultura de los pueblos”, enfatiza.

El artista confiesa que se ha hecho amigo de los últimos presidentes, independientemente de sus políticas de gobierno o de sus posibles excesos. “El problema moral ya no es mío sino de las autoridades, la amistad es otra cosa – advierte – como que el principal problema de nuestra sociedad y lo que la relega al subdesarrollo es la falta de ética. Si hubiera ética en nuestros actos, habría buenos ejemplos a seguir y una cultura diferente, de respeto, de moralidad y donde la corrupción no se enquiste, como ha ocurrido”.

 

Memoria popular

 

Y como ejemplo de la inacción por interés o incapacidad rememora cuando él mismo propuso una fundación con el nombre de César Vallejo, en su mismo lugar de nacimiento. “Pero ni siquiera la carretera a Santiago de Chuco ha sido preocupación de las autoridades, para eso sí que no hay dinero”, se lamenta.

Aún así, Víctor Delfín no está desencantado con la clase política y dirigencial, aspira como muchos peruanos a un futuro mejor y por eso, se quedó en el país y siguió terqueando, ya sea en plazas y avenidas al frente de grupos de intelectuales exigiendo reivindicaciones sociales para el país, pero también a través de su obra que habla por él en muchos rincones del mundo.

En su taller, por ejemplo, también yace un gran relieve en madera donde se resume un episodio que quizás el imaginario colectivo quiere relegar al subconsciente: imágenes del pueblo perseguido por la subversión o por el oficialismo. “No tiene nombre, pueden ponerle como quieran, sería atrevido pero podría estar en el Lugar de la Memoria”, apunta. Lo que es muy cierto es que un pueblo no puede vivir sin memoria y mucha de esta se canaliza a través de la invalorable pluma, pincel, molde, espátula o cincel de sus artistas.

 

 

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