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11 noviembre, 2011

Cuando la cura es la muerte

Por: Daiana Magali Martínez.

Recientemente se comienzan a escuchar las voces en contra y a favor de la «muerte digna» en Argentina. La polémica se encarnizó desde el tratamiento de la ley en el Senado; se prevé que para noviembre tenga media sanción.

Diversas corrientes de la medicina moderna occidental, a lo ancho y a lo largo del país, no se oponen directamente a la ley, sino que evidencian los problemas políticos y jurídicos del virtual derecho del paciente a morir o «dejarse morir». A nivel nacional, el especialista argentino en bioética Dr. Jorge Luis Manzini resume en pocas palabras su pensamiento sobre la muerte digna: «no tengo fundamentos éticos para no honrar la petición [de muerte digna], pero en el otro extremo están los muchos pacientes vulnerables que pueden ser objeto de abusos por equipos no suficientemente capacitados o inescrupulosos, lo cual es más un problema legal y político. La experiencia holandesa mostró suficientemente que la regulación legal no acaba con los abusos».

Camila, de dos años, está en estado vegetativo permanente desde que nació en el Centro Gallego de Buenos Aires. Quienes piden la muerte digna para ella son sus propios padres. El paciente, en este caso, no fue —dicen que no lo será— consciente de su estado y los padres son los responsables. ¿Ellos pueden decidir si continúa en una cama de hospital o no? ¿Están capacitados y correctamente asesorados acerca de qué es lo que padece la hija y cuál es la solución final, de haberla, beneficiosa a largo plazo? Entonces, ¿son los médicos quienes deben decidirlo? ¿Sería factible la muerte digna en la Argentina a través del actual sistema de salud pública dependiente del Estado Nacional, líder de Latinoamérica a pesar de sus tristes falencias como la falta de insumos y presupuesto general?

El penoso estado del moribundo lo lleva a desear suspender o descartar los tratamientos que se le aplican, algo muy distinto a pedir que se le provoque la muerte (eutanasia) o suicidio asistido, en el que el médico le prescribe una droga que terminará con su vida. Menos en la muerte digna, en todos los demás casos el muriente expresa a los profesionales y familiares que desea acabar con su «calvario», también llamado ensañamiento terapéutico.

El proyecto de ley propone que los profesionales de la salud informen al paciente y sus familiares «qué se puede hacer» legalmente para erradicar su sufrimiento y la impotente espera de un final que se supone predecible, aunque muchos médicos afirman que en salud nada es completamente predecible, incluso en casos donde nada se puede hacer.

El antecedente legal más reciente proviene de la Legislatura de Río Negro, que en junio de este año sancionó una ley que reconoce el derecho de los pacientes terminales a una «muerte digna» y les permite negarse a recibir tratamientos médicos que consideren desproporcionados respecto de sus expectativas de mejora. Esta provincia es la primera del país en tener una norma de este tipo.

En la actualidad, el proyecto unificado de ley sólo incluye a los enfermos terminales que están lúcidos como para tomar una decisión de tamaña importancia. Excluye a los menores, a quienes estén inconscientes y a los familiares de los pacientes: este es el mayor obstáculo para concederle la muerte digna a Camila, o la decisión sobre ella a sus padres.

Quienes se oponen a la muerte digna hacen hincapié en la visión de un profesional de la salud: fue entrenado para salvar vidas y es lógico pensar que sufren un bloqueo mental cuando se trata de apagar vidas. En este aspecto, el Profesor Robert Twycross, especialista inglés en cuidados paliativos, sostiene que el médico debe tener en claro su compromiso con la verdad y la vida al señalar: «La mejor respuesta al sufrimiento en el final de la vida no esla eutanasia. Loscuidados paliativos, en cambio, establecen un balance entre la afirmación y defensa de la vida (es un movimiento en favor de la vida), pero al mismo tiempo ayudan a la aceptación de la muerte como una realidad inevitable».

Por otro lado, la mayoría de los políticos de la Cámara de Senadores del Congreso Nacional comparten la idea de crear un Registro Público de Voluntades Anticipadas para que las personas expresen su deseo previamente. Al igual que en la donación de órganos, se intenta concientizar al ciudadano sobre la importancia de la planificación de futuras enfermedades y accidentes graves que puedan llegar a ocurrirle.

La iniciativa apunta a garantizar «la autonomía de los pacientes y el respeto a su voluntad». «Planteamos que toda persona que se encuentra en una situación terminal o de agonía con una patología avanzada, incurable, progresiva, que no tenga ninguna posibilidad razonable de mejora debe ser ayudada a bien morir», explicó el diputado Bonasso (Diálogo por Buenos Aires) sobre el proyecto de ley llamado «Protección de la dignidad de los enfermos en situación terminal o de agonía», y puso énfasis en que no se confunda con la eutanasia, ya que «si existen condiciones para preservarle la vida, naturalmente hay que hacerlo».

Sigue siendo un poco ambigua la explicación oficial sobre si «morir bien» o «dignamente» es igual a «morir con dignidad» siempre y cuando no se pueda hacer racionalmente nada más por el paciente. ¿Se lo puede cuidar y acompañar desde otro ámbito distinto al racional? ¿Cómo determinar que «hasta acá se ha llegado» en los casos más dudosos con los que se pueda encontrar un profesional?

Cuando en una desesperada dialéctica se piensa que la cura es la muerte se están descartando automáticamente dos instancias previas: el alivio y el cuidado. El Profesor inglés Twycross destaca que «algunos médicos que en ciertas especialidades pudieron curar más, se concentraron en la cura y perdieron la habilidad de aliviar». La depresión y la angustia, el estrés y la desolación que puede sufrir un paciente o su familiar puede deberse a muchos factores psicológicos, además de físicos, que hacen que no le sea posible sobrellevar una enfermedad terminal a la espera de una muerte espontánea. Por ello, el profesor indica: «los cuidados paliativos, además, implican restaurar esa visión holística de la medicina que dice: curar a veces, aliviar a menudo, cuidar siempre».

 

Twitter: @daianammartinezPor: Daiana Magali Martínez.

 

Recientemente se comienzan a escuchar las voces en contra y a favor de la «muerte digna» en Argentina. La polémica se encarnizó desde el tratamiento de la ley en el Senado; se prevé que para noviembre tenga media sanción.

 

Diversas corrientes de la medicina moderna occidental, a lo ancho y a lo largo del país, no se oponen directamente a la ley, sino que evidencian los problemas políticos y jurídicos del virtual derecho del paciente a morir o «dejarse morir». A nivel nacional, el especialista argentino en bioética Dr. Jorge Luis Manzini resume en pocas palabras su pensamiento sobre la muerte digna: «no tengo fundamentos éticos para no honrar la petición [de muerte digna], pero en el otro extremo están los muchos pacientes vulnerables que pueden ser objeto de abusos por equipos no suficientemente capacitados o inescrupulosos, lo cual es más un problema legal y político. La experiencia holandesa mostró suficientemente que la regulación legal no acaba con los abusos».

Camila (ver foto), de dos años, está en estado vegetativo permanente desde que nació en el Centro Gallego de Buenos Aires. Quienes piden la muerte digna para ella son sus propios padres. El paciente, en este caso, no fue —dicen que no lo será— consciente de su estado y los padres son los responsables. ¿Ellos pueden decidir si continúa en una cama de hospital o no? ¿Están capacitados y correctamente asesorados acerca de qué es lo que padece la hija y cuál es la solución final, de haberla, beneficiosa a largo plazo? Entonces, ¿son los médicos quienes deben decidirlo? ¿Sería factible la muerte digna en la Argentina a través del actual sistema de salud pública dependiente del Estado Nacional, líder de Latinoamérica a pesar de sus tristes falencias como la falta de insumos y presupuesto general?

El penoso estado del moribundo lo lleva a desear suspender o descartar los tratamientos que se le aplican, algo muy distinto a pedir que se le provoque la muerte (eutanasia) o suicidio asistido, en el que el médico le prescribe una droga que terminará con su vida. Menos en la muerte digna, en todos los demás casos el muriente expresa a los profesionales y familiares que desea acabar con su «calvario», también llamado ensañamiento terapéutico.

El proyecto de ley propone que los profesionales de la salud informen al paciente y sus familiares «qué se puede hacer» legalmente para erradicar su sufrimiento y la impotente espera de un final que se supone predecible, aunque muchos médicos afirman que en salud nada es completamente predecible, incluso en casos donde nada se puede hacer.

El antecedente legal más reciente proviene de la Legislatura de Río Negro, que en junio de este año sancionó una ley que reconoce el derecho de los pacientes terminales a una «muerte digna» y les permite negarse a recibir tratamientos médicos que consideren desproporcionados respecto de sus expectativas de mejora. Esta provincia es la primera del país en tener una norma de este tipo.

En la actualidad, el proyecto unificado de ley sólo incluye a los enfermos terminales que están lúcidos como para tomar una decisión de tamaña importancia. Excluye a los menores, a quienes estén inconscientes y a los familiares de los pacientes: este es el mayor obstáculo para concederle la muerte digna a Camila, o la decisión sobre ella a sus padres.

Quienes se oponen a la muerte digna hacen hincapié en la visión de un profesional de la salud: fue entrenado para salvar vidas y es lógico pensar que sufren un bloqueo mental cuando se trata de apagar vidas. En este aspecto, el Profesor Robert Twycross, especialista inglés en cuidados paliativos, sostiene que el médico debe tener en claro su compromiso con la verdad y la vida al señalar: «La mejor respuesta al sufrimiento en el final de la vida no esla eutanasia. Loscuidados paliativos, en cambio, establecen un balance entre la afirmación y defensa de la vida (es un movimiento en favor de la vida), pero al mismo tiempo ayudan a la aceptación de la muerte como una realidad inevitable».

Por otro lado, la mayoría de los políticos de la Cámara de Senadores del Congreso Nacional comparten la idea de crear un Registro Público de Voluntades Anticipadas para que las personas expresen su deseo previamente. Al igual que en la donación de órganos, se intenta concientizar al ciudadano sobre la importancia de la planificación de futuras enfermedades y accidentes graves que puedan llegar a ocurrirle.

La iniciativa apunta a garantizar «la autonomía de los pacientes y el respeto a su voluntad». «Planteamos que toda persona que se encuentra en una situación terminal o de agonía con una patología avanzada, incurable, progresiva, que no tenga ninguna posibilidad razonable de mejora debe ser ayudada a bien morir», explicó el diputado Bonasso (Diálogo por Buenos Aires) sobre el proyecto de ley llamado «Protección de la dignidad de los enfermos en situación terminal o de agonía», y puso énfasis en que no se confunda con la eutanasia, ya que «si existen condiciones para preservarle la vida, naturalmente hay que hacerlo».

Sigue siendo un poco ambigua la explicación oficial sobre si «morir bien» o «dignamente» es igual a «morir con dignidad» siempre y cuando no se pueda hacer racionalmente nada más por el paciente. ¿Se lo puede cuidar y acompañar desde otro ámbito distinto al racional? ¿Cómo determinar que «hasta acá se ha llegado» en los casos más dudosos con los que se pueda encontrar un profesional?

Cuando en una desesperada dialéctica se piensa que la cura es la muerte se están descartando automáticamente dos instancias previas: el alivio y el cuidado. El Profesor inglés Twycross destaca que «algunos médicos que en ciertas especialidades pudieron curar más, se concentraron en la cura y perdieron la habilidad de aliviar». La depresión y la angustia, el estrés y la desolación que puede sufrir un paciente o su familiar puede deberse a muchos factores psicológicos, además de físicos, que hacen que no le sea posible sobrellevar una enfermedad terminal a la espera de una muerte espontánea. Por ello, el profesor indica: «los cuidados paliativos, además, implican restaurar esa visión holística de la medicina que dice: curar a veces, aliviar a menudo, cuidar siempre».

 

Twitter: @daianammartinezPor: Daiana Magali Martínez.

 

Recientemente se comienzan a escuchar las voces en contra y a favor de la «muerte digna» en Argentina. La polémica se encarnizó desde el tratamiento de la ley en el Senado; se prevé que para noviembre tenga media sanción.

 

Diversas corrientes de la medicina moderna occidental, a lo ancho y a lo largo del país, no se oponen directamente a la ley, sino que evidencian los problemas políticos y jurídicos del virtual derecho del paciente a morir o «dejarse morir». A nivel nacional, el especialista argentino en bioética Dr. Jorge Luis Manzini resume en pocas palabras su pensamiento sobre la muerte digna: «no tengo fundamentos éticos para no honrar la petición [de muerte digna], pero en el otro extremo están los muchos pacientes vulnerables que pueden ser objeto de abusos por equipos no suficientemente capacitados o inescrupulosos, lo cual es más un problema legal y político. La experiencia holandesa mostró suficientemente que la regulación legal no acaba con los abusos».

Camila (ver foto), de dos años, está en estado vegetativo permanente desde que nació en el Centro Gallego de Buenos Aires. Quienes piden la muerte digna para ella son sus propios padres. El paciente, en este caso, no fue —dicen que no lo será— consciente de su estado y los padres son los responsables. ¿Ellos pueden decidir si continúa en una cama de hospital o no? ¿Están capacitados y correctamente asesorados acerca de qué es lo que padece la hija y cuál es la solución final, de haberla, beneficiosa a largo plazo? Entonces, ¿son los médicos quienes deben decidirlo? ¿Sería factible la muerte digna en la Argentina a través del actual sistema de salud pública dependiente del Estado Nacional, líder de Latinoamérica a pesar de sus tristes falencias como la falta de insumos y presupuesto general?

El penoso estado del moribundo lo lleva a desear suspender o descartar los tratamientos que se le aplican, algo muy distinto a pedir que se le provoque la muerte (eutanasia) o suicidio asistido, en el que el médico le prescribe una droga que terminará con su vida. Menos en la muerte digna, en todos los demás casos el muriente expresa a los profesionales y familiares que desea acabar con su «calvario», también llamado ensañamiento terapéutico.

El proyecto de ley propone que los profesionales de la salud informen al paciente y sus familiares «qué se puede hacer» legalmente para erradicar su sufrimiento y la impotente espera de un final que se supone predecible, aunque muchos médicos afirman que en salud nada es completamente predecible, incluso en casos donde nada se puede hacer.

El antecedente legal más reciente proviene de la Legislatura de Río Negro, que en junio de este año sancionó una ley que reconoce el derecho de los pacientes terminales a una «muerte digna» y les permite negarse a recibir tratamientos médicos que consideren desproporcionados respecto de sus expectativas de mejora. Esta provincia es la primera del país en tener una norma de este tipo.

En la actualidad, el proyecto unificado de ley sólo incluye a los enfermos terminales que están lúcidos como para tomar una decisión de tamaña importancia. Excluye a los menores, a quienes estén inconscientes y a los familiares de los pacientes: este es el mayor obstáculo para concederle la muerte digna a Camila, o la decisión sobre ella a sus padres.

Quienes se oponen a la muerte digna hacen hincapié en la visión de un profesional de la salud: fue entrenado para salvar vidas y es lógico pensar que sufren un bloqueo mental cuando se trata de apagar vidas. En este aspecto, el Profesor Robert Twycross, especialista inglés en cuidados paliativos, sostiene que el médico debe tener en claro su compromiso con la verdad y la vida al señalar: «La mejor respuesta al sufrimiento en el final de la vida no esla eutanasia. Loscuidados paliativos, en cambio, establecen un balance entre la afirmación y defensa de la vida (es un movimiento en favor de la vida), pero al mismo tiempo ayudan a la aceptación de la muerte como una realidad inevitable».

Por otro lado, la mayoría de los políticos de la Cámara de Senadores del Congreso Nacional comparten la idea de crear un Registro Público de Voluntades Anticipadas para que las personas expresen su deseo previamente. Al igual que en la donación de órganos, se intenta concientizar al ciudadano sobre la importancia de la planificación de futuras enfermedades y accidentes graves que puedan llegar a ocurrirle.

La iniciativa apunta a garantizar «la autonomía de los pacientes y el respeto a su voluntad». «Planteamos que toda persona que se encuentra en una situación terminal o de agonía con una patología avanzada, incurable, progresiva, que no tenga ninguna posibilidad razonable de mejora debe ser ayudada a bien morir», explicó el diputado Bonasso (Diálogo por Buenos Aires) sobre el proyecto de ley llamado «Protección de la dignidad de los enfermos en situación terminal o de agonía», y puso énfasis en que no se confunda con la eutanasia, ya que «si existen condiciones para preservarle la vida, naturalmente hay que hacerlo».

Sigue siendo un poco ambigua la explicación oficial sobre si «morir bien» o «dignamente» es igual a «morir con dignidad» siempre y cuando no se pueda hacer racionalmente nada más por el paciente. ¿Se lo puede cuidar y acompañar desde otro ámbito distinto al racional? ¿Cómo determinar que «hasta acá se ha llegado» en los casos más dudosos con los que se pueda encontrar un profesional?

Cuando en una desesperada dialéctica se piensa que la cura es la muerte se están descartando automáticamente dos instancias previas: el alivio y el cuidado. El Profesor inglés Twycross destaca que «algunos médicos que en ciertas especialidades pudieron curar más, se concentraron en la cura y perdieron la habilidad de aliviar». La depresión y la angustia, el estrés y la desolación que puede sufrir un paciente o su familiar puede deberse a muchos factores psicológicos, además de físicos, que hacen que no le sea posible sobrellevar una enfermedad terminal a la espera de una muerte espontánea. Por ello, el profesor indica: «los cuidados paliativos, además, implican restaurar esa visión holística de la medicina que dice: curar a veces, aliviar a menudo, cuidar siempre».

 

Twitter: @daianammartinez