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9 octubre, 2011

La opulenta urbe asiática del momento pone al descubierto su afán por descubrir el mercado del arte.

Por Gisela Gallego

Dubai es el destino de lujo más renombrado de los últimos años, una urbe destellante que se ha erguido a ritmo veloz sobre las arenas del desierto. Esta ciudad-Estado, que hasta los años 70 era un pueblo pesquero bajo dominio inglés, tuvo la fortuna de descubrir los pozos petroleros —fuente principal de su riqueza— al año siguiente de su independencia.

El megaproyecto de ciudad posmoderna está muy orientado al turismo y al entretenimiento; parques acuáticos, safaris al desierto, patinaje sobre hielo en un clima subsahariano son apenas las más clásicas propuestas.

La ciudad que se ha popularizado por querer ser la más lujosa, destacándose por tener el único hotel de siete estrellas, el edificio más alto, el único con una isla artificial en el océano y otro hotel submarino, se jacta de un lujo absolutamente distinto de lo ya conocido, de signo totalmente diferente del de sitios como Montecarlo o París. Es un nuevo concepto, bien emparentado al siglo XXI: tecnología y confort con marcada excentricidad.

El hotel Burj al Arab, conocido como «la vela», es su emblema; pero Atlantis —un hotel temático de motivos marinos—, con su forma de castillo, no impacta menos que el primero.

Si bien estas han sido sus principales señas de identidad y han logrado posicionar a Dubai como sinónimo de lujo y exotismo, actualmente hay un nuevo impulso que busca ubicar al más conocido de los Emiratos Árabes como un polo de arte. El posicionamiento de esta nueva faceta, según los especialistas, tiene que ver con que hasta hace poco no había en la ciudad ningún circuito de arte moderno ni conceptual, algo que buscan los miles de expatriados que han hecho de este pujante enclave geográfico su lugar de residencia.

En este sentido, el evento más sobresaliente que hace ya seis años se viene consolidando es Art Dubai. Este es el encuentro artístico-comercial más importante de toda la región de Oriente Medio, norte de África y el sudeste asiático. Se lleva a cabo en distintas sedes adaptadas al evento. En su última edición, durante este año, ha sido notable el crecimiento de los expositores europeos y estadounidenses, con 75 museos y galerías invitadas, provenientes de 32 países. La gran novedad fue la presencia argentina, por medio de la galería de Teresa Anchorena, que expuso obras de Julio Le Parc, Beatriz Pagés y Juan Andrés Videla, consiguiendo la admiración de los más de 22.000 paseantes que concurrieron a la feria.

Art Dubai se va convirtiendo en el encuentro más renombrado, en el que la contemplación estética y la inversión, la cotización y el intercambio de obras de arte a gran escala constituyen el giro cultural que la ciudad está intentando. Sin embargo, también están surgiendo interés y avidez por manifestaciones artísticas que incluyen ballet y teatro. En este sentido, otra presencia argentina es para destacar, ya que Iñaki Urlezaga deslumbró con un espectáculo de tango en el que incluyó música de Astor Piazzolla y Gustavo Santaolalla.

Estructuras elevadas e impetuosas, casi competitivamente afanándose por ser la más alta, la más estrambótica, sugerente e imponente.

Un festín para arquitectos, ingenieros, aficionados a los autos y esnobistas, y ahora probablemente también para coleccionistas, artistas e inversores en arte. Llegados a una instancia en donde el arte emerge como una «necesidad» ante tantas otras ya satisfechas, Dubai intenta forjarse como ciudad estratégica, en donde el cosmopolitismo reinante seguramente hace que el resultado, a nivel artístico, tenga los matices y los estilos más multiculturales y variados.

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