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30 noviembre, 2012

El Gran Otro entrevistó a la dupla creadora del Centro Virtual de Arte Argentino: Adriana Lauría y Enrique Llambías.

 

Por: Guillermina Flores

«Cruzan el patio en diagonal y llegan a los ascensores, es el sexto piso». La indicación parecía muy simple, pero en el antiguo edificio de la Casa de la Cultura (Av. de Mayo 575) ese circuito nos resultó un poco confuso. Acusamos disculpas por llegar un poco tarde a nuestro encuentro, falta que Adriana supo neutralizar con una sonrisa enorme y un café hecho por ella misma.
Desde el 2002, año en el que surge el Centro Virtual de Arte Argentino (CVAA) bajo la tutela —y el presupuesto, claro— de la Subsecretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad, Adriana (curadora, crítica, docente e investigadora) y Enrique (artista plástico y encargado durante muchos años del Departamento de Extensión Cultural del Museo de Arte Moderno) trabajan mano a mano en lo que hoy podríamos decir que es la más completa plataforma de Internet sobre arte argentino. El Centro promueve la difusión de este mediante la publicación online de estudios acerca de los distintos movimientos, grupos y artistas que fueron surgiendo desde el siglo XIX hasta la actualidad.

Después de hablar de los ritmos de estudio que supo imponerle la UBA, la importancia de la calidad en las imágenes de la Web y del cansancio mental que experimenta cuando su cuenta de correo electrónico explota, Adriana nos relata con detalle cómo fueron los primeros años.
«Los dos empezamos con este proyecto. Él sobre todo se dedica al diseño y a la programación de la página web y, cuando hacemos publicaciones, al diseño gráfico. También hace fotografía. Como muchos recursos no tenemos, ponemos todos nuestros saberes a favor del proyecto. Logramos bajar los costos. Cuando publicamos un libro, lo único que pagamos, o que le hacemos pagar al Gobierno de la Ciudad, al Ministerio, es la imprenta. Después hacemos todo nosotros».

El CVAA surge para compensar esa ausencia de visibilidad de gran cantidad de obras debido a la falta de espacio físico de la mayor parte de los museos argentinos…

Adriana: Exacto. Él es egresado de Bellas Artes, y yo, de Historia del Arte. Y «criados» en museos, porque trabajamos los dos desde muy chicos. Yo empecé a trabajar en el Museo de Arte Moderno antes de recibirme, mientras estaba dando los finales. Empecé como investigador junior. Hice de todo, desde colgar, archivar papeles, atender la biblioteca, barrer el piso… Y curar muestras, de todo. Y él, que empezó en el Sívori, también. Los dos provenimos de museos y, frustrados (se ríe) de no poder hacer algunas cosas que creíamos que se tenían que hacer, pensamos en esto: un museo online, que se terminó transformando en una línea de publicaciones. Yo asistí a un seminario de la Guggenheim —que es casi una empresa eso ya, no un museo— en el año 2000, y ya tenían un departamento dedicado a la página web, con un jefe que venía cinco días a darnos clases. «Si no se puede exponer porque el museo es chico, entonces pónganlo online», decía el tipo. Fue un poco nuestra inspiración. Acá las páginas web de los museos nacionales son, en general, muy pobres. Si las comparás con el (Musée d’) Orsay o la Tate Modern, que tienen las colecciones online

Enrique: Lo que pasa con los museos argentinos, en general, es que dentro del personal no tienen gente capacitada para hacer páginas web y mantenerlas. Es una actividad que tercerizan. Encargan a fulano que les haga la página web. Fulano se las hace en su momento y después… ahí queda.

Cuando preguntamos acerca de la predisposición de las instituciones museísticas, Adriana mira a Enrique con complicidad: «A ver, contá, contá…». «No les importa. A veces hay dificultades para sacar las fotos pero no por la cuestión de que van a ser publicadas en Internet sino porque… hay dificultades», responde con una sonrisa que dice algo más.

A: Desde la última gestión del Bellas Artes, no pudimos ingresar nunca más a sacar una foto, porque quieren sacarlas ellos. Estamos como perro mordiéndonos la cola: quieren sacarlas ellos, pero no lo pueden hacer porque están con mucho trabajo. Hay determinadas obras que nos interesarían, que no están exhibidas desde hace décadas, que las podríamos poner, pero no tenemos acceso. Nosotros, a esta altura del partido, tenemos muchos amigos y conocidos en todos lados, aunque se están empezando a jubilar (se ríe). Cuando hicimos la Introducción al siglo XIX, con Laura Malosetti, recibimos una colaboración inestimable del director del Museo Saavedra. Había muchas cosas del siglo XIX ahí: grabados, pinturas, documentos, cosas en las que estábamos interesados. Bueno, él es amigo nuestro desde hace veintipico de años, lo conocimos laburando en los museos. Ahora, a Guillermo Alonso —director del Museo Nacional de Bellas Artes—, que también lo conozco hace… Bueno, tiene armada toda una burocracia —que está bien, hay que tenerla armada— de gente que incluso fueron alumnos míos, que están difíciles… (se ríe).

 

El tema de que quieran sacar las fotos ellos, ¿responde a que no confían tanto en la calidad fotográfica que le puedan dar desde el CVAA? ¿O por qué creen que es?

A: Llega un punto en el que es inexplicable. Para mí no tiene gollete. Me parece que es una especie de máquina de impedir. «Esto lo tengo yo».

E: Una especie de guardián del tesoro. Son los guardianes del tesoro.

A: Incluso me cuesta que me contesten. Estamos hablando de un organismo público a otro organismo público porque, más allá de que esto sea una especie de PYME dentro del Gobierno, es del Ministerio de Cultura. Bueno, no sé, por ahí tendría que probar con carta formales dirigidas directamente al director, pero me parece que molestar al director con ese tipo de cosas…, qué sé yo…

 ¿Siempre fue así?

E: Había un momento en el que íbamos, pedíamos… También hay que ser razonables: si vos le pedís sacar veinte cuadros de tres por dos metros de la reserva…

A: Sí, es un despelote.

E: Es un despelote.

A: Por otro lado, sí tengo acceso a las cosas que están en sala, porque son otras personas las que me atienden ahí (se ríe). Así como también tengo una colaboración absoluta con la gente de investigación.

A la hora de crear el CVAA, ¿se basaron en algún sitio web existente?

A: Sí, en el Museo Uruguayo de Artes Visuales.

E: Al principio, pensábamos que iba a ser un museo online, cosa que después…

A: Dejame terminar de decirle qué es el Museo Uruguayo de Artes Visuales. Es un emprendimiento de una colega, una crítica de Uruguay que se llama Alicia Haber, muy famosa, muy conocida. Lo hizo con el diario El País de Montevideo. Auspiciado por ellos, Alicia desarrolló los contenidos. Ese museo online fue también la inspiración.

E: Pero después nosotros necesitamos poner muchas más palabras de las que ponían ellos. No queríamos hacer sólo un recorrido visual, sino también informar, con lo cual se fue transformando más en una enciclopedia que en un recorrido virtual. Y yo estoy conforme con que sea una enciclopedia.

A: Tampoco es una Wikipedia, vamos a aclarar. Los contenidos están súper chequeados y emanan de especialistas, no de un voluntario que subela información. Loque pasa con Wikipedia es que puede estar bien y puede estar mal. Yo en Wikipedia he visto errores. Nos ha pasado en el Facebook del CVAA, donde gente, amigos de Facebook —no personales—, profesionales, hasta egresados de Bellas Artes, han subido cosas, supuestamente biografías y datos de nuestra página, después mezclados con otros datos erróneos…

E: Sí, han subido cosas que directamente nunca pasaron… (risas). También pasa que a veces es muy difícil conseguir una imagen y, claro, se la busca por Internet, pero los datos pueden estar mal. «Cuadro de fulano de tal…, 1890». Y no es de 1890… Después uno descubre que no es de esa fecha.

A: Ni te quiero decir la gama de colores. Nos pasó con el último dossier de Malharro. De él hay un cuadro muy famoso, del último período, que está en el Museo Provincial de Bellas Artes deLa Plata. Se llama «Mis amigos los árboles». Casi no hay obras expuestas de Malharro en general, de hecho no hay. Los museos no exhiben su patrimonio.

E: No hay una foto buena de esa obra en casi ninguna parte…

A: Yo te digo que vi al menos diez reproducciones, con distintos niveles de catálogo, de esa obra. Nada, ninguna de esas fotos es buena. O le pifian el color, o le aplanan la textura… Ahora subimos una foto, que yo creo que es la mejor que existe. La sacó Enrique, directamente del cuadro. Aparte de ser buen fotógrafo, tenés que tener el ojo de la obra de arte. Un fotógrafo no puede sacar fotos de cualquier cosa, porque hay una especificidad en la obra de arte.

E: En cuanto al retoque de imagen, también es importante que la persona esté vinculada con el medio de donde emana esa imagen porque, si vos le das una imagen de una obra a un experto en Photoshop pero que de arte no tiene idea…, son capaces de ponerle color automático, cortarle las firmas, etc.

 

¿Piensan en un público específico a la hora de trabajar?

A: En los más posibles.

E: Mirá, yo fui jefe de Extensión Cultural del Museo de Arte Moderno durante muchos años y estoy acostumbrado a trabajar con público de cinco, de veinte, de cuarenta y de sesenta años… O estuve acostumbrado (se ríe) pero, en todo caso, tengo una idea bastante clara de cómo explicar el arte o cómo hacer llegar el arte ala gente. Yo no pienso en un público en particular cuando lo hago, sino en la claridad del mensaje.

A: También, en distintos niveles de lectura. Por eso siempre hay un menú que es el siguiente: una introducción, una especie de compendio de una o dos páginas, y un panorama con información que pueda ser suficiente. Hay una fragmentación de los contenidos.

¿A qué artistas o a qué obras consideraron había que darles visibilidad cuando recién arrancaron con el CVAA?

E: Empezamos con el Panorama del siglo XX, esas doce obras paradigmáticas que están ahí, que tienen su cronología. Ahora, por ejemplo, estamos pensando también en agregar años a la cronología, porque en esa época la hicimos con un dispositivo de puntitos, donde vos pinchabas y se abría el año. Bueno, la cantidad de puntitos que podía poner en 800 pixeles estaba limitada…

A: Claro, él en ese momento me decía: «No, tenés que sacar un año de acá». Pero ¡1960!, ¡no puedo sacar 1960!

E: Ahora hicimos un dispositivo tipo agendita.

A: Entonces yo ahora digo: «Che, no está la creación del grupo de Arte Generativo, tendríamos que ponerlo… ¿Lo podemos poner?». Y sí, podemos ponerlo. Lo que nos pasa ahora es que esa introducción al siglo XX está traducida al inglés, entonces tendríamos que mandar a traducir las cosas nuevas. Hay una actualización constante de los contenidos.

E: Eso equivale a pesos que no siempre tenemos.

¿Están siempre de acuerdo con la selección de las obras?

A: No, peleamos.

E: Peleamos, discutimos.

¿Y quién gana?

A: Es alternativo. Hay un régimen de tolerancia. Siempre soy yo la que dice: «¿No vas a poner a fulano?». A Laura Malosetti Costa le planteamos el esquema del siglo XIX, que lógicamente tenía que guardar correspondencia con el del siglo XX. Estuvo como dos meses decidiendo las doce obras. Me mandaba mails diciendo: «Yo no puedo decidir doce obras». Le dije: «Laura, imaginate yo con el Panorama del siglo XX, cuya producción es mucho más prolífica, ¡por favor, elegí!».

E: Te completo la respuesta. En ese momento, todavía pensábamos que iba a ser un museo virtual, que iba a tener una exposición permanente y algunas temporarias. Como parte de la exposición permanente, además de esas 200 obras que tiene el Panorama del siglo XX, Adriana hizo un dossier sobre Arte Concreto e incorporamos otra cosa que se llamaba Actualidad, donde exponía gente contemporánea, como Cristina Schiavi. Después esa sección desapareció. Te explico por qué: las exposiciones temporarias de Actualidades iban a estar tres meses en línea y después se irían cambiando. La gente de informática en ese momento me decía que, ya que lo habíamos hecho, que lo dejemos en la web. Pero entonces ya no eran exposiciones temporarias, ¡me las habían convertido en permanentes! Entonces hicimos desaparecer esa sección.

 

¿Se puede buscar lo que uno quiere leer?

A: Más o menos…

E: Para eso necesitaríamos incorporarle un buscador interno al sistema, cosa que es muy difícil que podamos hacer porque, en definitiva, la web del Gobierno de la Ciudad no depende de nosotros. Nosotros aportamos un contenido pero lo tienen que aprobar. Lo que sí, cada biografía te remite a un párrafo principal de un estudio, o sea que con eso suplimos de alguna manera el buscador.

A: Tienen enlaces a dossiers. Por ejemplo, Del Prete está en la introducción al siglo XX, en el Grupo de París, en Artistas de La Boca…

E: Es más, está también en Informalismo. ¡Se anotó en todas! (Risas).

¿Cuántas visitas reciben por día?
A: Eso tiene temporadas altas y bajas. La época de exámenes, de preparación, aumenta la consulta de Argentina (risas), porque se usa como bibliografía. Muchos colegas míos lo hacen.

E: Ahora en agosto tuvimos un promedio de 828 visitas por día. Lo más consultado fue el Panorama del siglo XX y después el Panorama del siglo XIX, y como artista, el dossier de Martín Malharro. Tuvimos un 27% de argentina, un 16% de Uruguay, un 14% de Estados Unidos, un 1% de Canadá, un 1% de Ucrania…

A: Claro, el de Malharro es el dossier nuevo. La estadística privada nos permite ver los rendimientos.

En el Centro Virtual de Arte Argentino, trabajan apenas cuatro personas: Adriana, Enrique, Gustavo Alfonso y Elisabeth Pontiero, quienes ayudan con el diseño, el retoque de imágenes, las correcciones de textos y la difusión de las actividades del Centro en las redes sociales, respectivamente. En cuanto al trabajo de los dossiers, Adriana nos cuenta que van convocando a los investigadores de acuerdo con las medidas presupuestarias, pero que siempre tratan de publicar entre dos o tres contenidos nuevos por año. Actualmente, Graciela Sarti está trabajando en la elaboración del dossier del grupo CA y C. Bajo el nombre de Los papeles del CVAA, ya se realizaron tres publicaciones impresas: Una mirada al arte argentino del siglo XX, de Adriana Lauría; El Grupo de París, sobre los años de formación de artistas argentinos como Berni, Basaldúa, Forner y demás en la ciudad parisina, a cargo de María Elena Babino, y Norberto Gómez, dedicado a la vida y la obra de este escultor contemporáneo, también escrito por Adriana. Vale recordar que todos estos contenidos se pueden descargar de la página web. Su publicación responde a la idea de una mejor lectura en papel.

A: La venta de los libros viene más o menos porque tengo una sola librería, que es la de acá abajo, la de la Tienda Cultural. Estoy viendo algún tipo de distribución porque no tengo la infraestructura para ser un distribuidor. Esta experiencia —transcribir al papel el contenido online— no me resultó del todo. Por ejemplo, cuando publicamos el dossier de Babino sobre el Grupo de París, uno de los sobrinos del pintor Alberto Morera se comunicó con nosotros, diciendo que tenía más obras de él, por lo que tenemos que actualizar la página web con esas nuevas imágenes, así es que el libro es muy completo pero en relación con la página estaría desactualizado. Lo que hicimos con Gómez, que lo tenemos online desde el 2006, fue primero actualizarlo. Actualizamos esa información, incorporamos textos en la antología de textos críticos, etc.

Bien sabido es que la historia del arte de un país puede contar —y de hecho lo hace— la historia misma de la Nación. Pensemosen la Manuelita Rosas de Prilidiano Pueyrredón —miremos un billete de veinte pesos—, en La sopa de los pobres de Reinaldo Giudici, en el Canto al trabajo de Rogelio Yrurtia o en Las Nereidas de Lola Mora; en el Horno Popular para hacer pan de Víctor Grippo y Jorge Gamarra, y en Las Tripas, de Norberto Gómez, en los paisajes de Martín Malharro, y en los Juanito Laguna de Berni. Todas ellas, con un principio de intención (o no), cuentan una pequeña parte de nuestra enorme Argentina. Pensemos, en segunda instancia, en la creación de la primera Escuela de Dibujo por Manuel Belgrano, en el nacimiento de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y la Academia Nacional de Bellas Artes. Pensemos en el papel de los pintores viajeros, en las escenas costumbristas de Emeric Essex Vidal, en los Artistas del Pueblo, en el Grupo Nexus y en el Arte Concreto. Bueno, imaginemos ahora el trabajo del Centro Virtual a la hora de presentar esta diversidad de temas –y nos quedamos cortos con los ejemplos—, en una tarea casi de decodificación. Impresionante, ¿no?

Los contenidos divididos en siglo XIX, siglo XX, dossiers y biografías reúnen dos siglos de arte y cultura. Comprendiendo una cronología sumamente amplia de los acontecimientos artísticos de nuestro país, se vuelve a cada una de las investigaciones una y otra vez, para ir sumando información e imágenes: el trabajo de Adriana y Enrique es infinito.

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Centro Virtual de Arte Argentino:

http://www.arteargentino.buenosaires.gov.ar/areas/cultura/arteargentino/inicio.php