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28 noviembre, 2012

Una de las características más evidentes del arte contemporáneo es la inespecificidad de sus medios (son innúmeros los objetos, acciones o disciplinas que han alcanzado sus proliferantes tentáculos). Dada esa circunstancia, quizá la pregunta más interesante sobre la última muestra-instalación-performance-fiesta de Nicanor Aráoz en el Centro Cultural General San Martín no sea la de por qué sería eso una obra. Tal vez resulte más fértil interrogarse sobre qué puede representar en su contexto de producción un trabajo de estas características.

 

 Por: Marcela Sinclair

La pregunta es más pertinente en este caso que en otros, no solo por haber tenido lugar en una institución de la ciudad, o por su relación con temas calientes en la agenda como es la ley de género. Lo es también porque Nicanor Aráoz pertenece a una generación de productores que se involucran en el diseño de algo cuyo mero planteo fue en otro momento objeto de debate: la carrera de un artista y la constitución de un campo profesional. Antes de participar en el premio Petrobras y mucho antes de sus muestras individuales en Abate y Sendrós, recién llegado a Buenos Aires desde Bahía Blanca, Corrientes, Misiones, nuevamente Bahía Blanca y por último La Plata, Aráoz fue uno de los participantes más activos del proyecto Appetite, el espacio que con Daniela Luna como front girl y con la recientemente cerrada Belleza y Felicidad como modelo, fue el experimento más consistente de intervención en el sistema de galerías por parte de artistas que se ha dado hasta la fecha en estas costas. Allí realizó en 2006 su primera muestra individual Cepillarse bien los dientes, lado a lado con Verónica Gómez. Animales embalsamados ponían cuerpo a escenas más dignas de Itchy y Scratchy que de Tom y Jerry. Los dibujos animados de la tele argentina a la hora del Nesquik son una de las múltiples referencias que recorren su obra, ligada de un modo u otro a la escultura. Aráoz, además de conocer los últimos detalles del arte contemporáneo internacional, integra en sus ficciones todo lo que toca su íntima fibra pop, sea el fetiche un unicornio, medias deportivas, un bloque de gomaespuma o el baile sensual de una maricoteca en Lapa.

Mi avidez de agonías me ha hecho morir tantas veces que me parece indecente abusar aún de un cadáver del que ya nada puedo sacar es un organismo, una instalación performática, una réplica de las fiestas que su autor trajinó en Río de Janeiro este verano, cuando fue invitado a hacer una exposición en la galería A Gentil Carioca, dirigida entre otros por Ernesto Neto. Reproduce en el horizonte melancólico de la grilla de Buenos Aires, ese vórtice de Río, Vendo No Vendo, mueblería que de noche se traviste en discoteca atendida por chicas trans, donde se bebe y se baila funky con igual fervor. Con el material de depósito que Mariano Soto, curador de artes visuales del CCGSM, puso a su disposición, más cinco bailarinas transgénero de la compañía de baile My Success, los danzarines profesamente amateurs Choclito, ensayos, alcohol, luces y música ad hoc, Aráoz esculpe una situación híbrida y caliente en la que el cuerpo aparece no por medio de la representación industrial de un maniquí, no fragmentado en calcos de yeso (Mocoso Insolente, 2010), no filmado (¡Chango! la cabra me ha mordido el meñique, 2011) sino que es el múltiple, vivo, carnal y sudoroso de performers y público danzante.

Ricardo Basbaum, en el marco de un proyecto sobre la posibilidad de que la Documenta de Kassel fuera curada por un artista (2003) escribió un elogio de los que llamó artistas – etc, caracterizados por cuestionar la naturaleza y función de su rol, cubrir múltiples funciones y un fuerte involucramiento con sus comunidades de pertenencia. “Los “artistas-etc” traen a la vanguardia conexiones entre el arte y la vida (por ejemplo, el “no-artista” de Kaprow), el arte y las comunidades, abriendo un camino para una rara, rica mixtura de circunstancias casuales y singulares, diferencias culturales y sociales, e ideas.”

Más allá de otros rasgos como la tendencia a formar colectivos, el dato autobiográfico como motor, la hiperinformación condensada en cada obra, o el ascenso de la performance, podría pensarse, a partir del trabajo de este artista joven de media carrera, que esta generación no teme a la indefinición, las situaciones limítrofes o los medios mixtos en su deseo de participar activamente en la configuración del escenario de la ciudad para compartir una vida más sexy. Hoy la ciudadanía responde a la convocatoria.

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