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15 mayo, 2013

El término «abstracto» niega la representación figurativa. En las artes visuales, el espectador puede bucear por mundos escondidos. Maryela Bianchi, artista emergente, muy pronto aprendió a meterse en el alma de la pintura. Su búsqueda y su experimentación la llevaron, este año, a desembarcar en el taller del artista Juan Doffo.

 

Por: Marifé Marcó

 

¿A qué edad descubrís tu sensibilidad por el arte?

Hubo un momento en que me plantée qué quería estudiar; estaba en el secundario, entonces empecé un taller de arte. Me encantaba también la psicología. Me interesó siempre la lógica de la mente, pero después se me ocurrió que también estaría buena la producción, la pintura. Ese lugar donde uno concurre a contar sus cosas. Entonces, a los 15 años, me inscribí en un taller de pintura, de la artista muralista marplatense Marité Svart, quien ahora realiza la bienal internacional de Miramar.

¿Comenzaste haciendo obras figurativas?

¡Claro! Comencé dibujando la pava, la manzana, con caballete, bastante clásico. Pero la historia comienza cuando en Mar del Plata conocí al artista Juan Larrea, quien trabaja obras abstractas, geométricas, con luz y color, y una de las cosas que me dijo fue: «Cuando te metés en la abstracción, te metés en el alma de la pintura». Me enseñó de color, composición, música, otra experiencia.

Empecé a trabajar el símbolico: dibujaba a los indígenas, y luego, los símbolos que representaban; de ahí hubo un pasaje que me llevo a la abstracción. Con Juan conocí los colores desde la naturaleza; cómo impacta la luz a determinadas horas. Entonces, empecé a prestar atención; cuando iba a su taller, viajaba en bicicleta a las 7 de la mañana por la costa, así descubrí el amanecer y entendí cómo nada se repite. Ningún amanecer ni atardecer. Esos naranjas, rojos, amarillos fuertes que rompen… Esa experiencia con la naturaleza, porque la naturaleza enseña composición, color, y eso es lo que intento rescatar en mis pinturas.

¿Con qué estás trabajando ahora?

Con poesía visual, trabajando con algunas frases; hay una muy linda que dice: «La lógica de las estrellas es la misma que la del deseo». Estoy con eso, dándole

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la vuelta. Me lleva a pensar en lo universal, lo macrocósmico, como un inmenso espejo, algo muy similar a lo que le pasa a cada persona con su deseo. Si nos remitimos al psicoanálisis, dice que el objeto está perdido para siempre; entonces, es lo que uno desea y, como nunca lo alcanza, sigue deseando. Lo mejor es no encontrar, para seguir deseando. Creo que las depresiones tienen que ver con la falta de búsqueda.

¿Alguna vez tuviste inactividad artística?

Sí, un par de meses. Son meses en que no pinto, pero produzco algo intelectual, voy gestando una idea o elaborando un proceso anímico que luego reconecto entrando al taller. A mis alumnos de taller de pintura siempre les digo que debemos tener respeto por todo lo que aparece en la ejecución de la obra y, si existe la posibilidad de destruirla, que eso también sea parte del proceso. Si la obra concluye y uno siente que hay que romperla, hay que romperla. Siempre, con respeto hacia lo que aparece. Cuando digo eso de entrada, la gente se relaja.

Que difícil es ponerle punto final a una obra.

¡Claro!, una obra no se termina, se abandona. Lo dijo Leonardo Da Vinci.

¿Dónde das taller de pintura?

En Caballito, lunes a miércoles. Los jueves, voy a domicilio. Doy clases a todas las edades. También, los viernes. Las clases a chicos son fascinantes porque es otra metodología; cuando los dejás crear, nacen cosas increíbles.

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