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8 abril, 2014

Homenaje al maestro Carlos Poveda «Cada cosa que hago tiene que ser un misterio»

Por Margarita Gómez Carrasco
Fotografía: Paula Garcia

«Ceci n’est pas une pipe»

René Magritte

En mi breve paso por París, tuve el privilegio de conocer al maestro costarricense Carlos Poveda, quien se encuentra radicado en la Ciudad de la Luz desde hace dos décadas. Su trayectoria esta construida por una vasta producción artística dentro del mundo del arte contemporáneo, del que se ha convertido en un referente emblemático. En el año 1965, recién llegado de la octava Bienal de San Pablo, donde recibió una mención honorífica, fue invitado a realizar en la Argentina una exposición en la Galería Rubbers. Su director, Natalio Povarche, quien siempre tuvo una aguda visión para descubrir genios, no dudó en convocarlo, y de esta manera, Poveda aprovechó su visita para reunirse con Amelia Bence, Elena Montero Lacasa y hasta con el mismísimo J. L. Borges.

Podemos pensar la obra del maestro en varias etapas. Desde 1960 hasta 1975, ubicamos los dibujos sobre papel que comprenden los ícaros, las aves y las nubes. Sobre este periodo, en el cual considera al dibujo en dos líneas, nos dice: «Quizá soy producto del arte moderno entre lo figurativo y lo abstracto». En esa época, se plantea si podrá seguir produciendo lo mismo, ya que la critica lo cataloga como neoexpresionista, con un dibujo cuestionador por donde se manifiesta el movimiento de la mano. «Cuando me planteo hacer otra cosa ―añade―, asumo el riesgo, utilizo un comodín. Por ejemplo, Ícaro y Dédalo me ayudaron a salir de la figura humana y de seguir con esa figura angustiada, hasta que desaparece la figura y quedan las alas dentro del espacio y se transforma en abstracto. De ahí mi amor por los trazos y las texturas. Luego, hago una serie de aves en vuelo. Entonces, me pregunto si puedo experimentar sobre papel, telas y otros materiales que descubro y le doy valor. La importancia por los trazos es porque me ayudaron a distinguir los discursos».

Desde 1975 hasta 1985, vive en Venezuela, donde empieza a descubrir otras posibilidades, se da cuenta de que desea hacer arte con un compromiso ético, y para ello utiliza pinturas sobre telas, cartones, maderas y otros soportes como plásticos, metales, resinas.

En 1990, comienza una serie de relieves escultóricos que Poveda denomina «esculturas de pared»; luego, independiza la obra del soporte y empieza a realizar esculturas y objetos volumétricos.

En 1995, aparecen los platos, los readymades que utiliza como soporte sobre los que coloca objetos que simulan ser comida, trabajando en paralelo hasta la fecha los Objetos de culto. En este punto voy a detenerme, porque me llevó largo tiempo reflexionar sobre esa serie de platos del bodegón que el artista llamó Paisaje domestico. Un bodegón es una obra de arte que representa objetos inanimados, generalmente, extraídos de la vida cotidiana. Los bodegones en el Medioevo a menudo contenían un simbolismo religioso y alegórico en relación con los objetos que representaban. Se puede leer que en esos objetos congelados habita la pulsión de muerte, una muerte necesaria para renacer. Cuando le pregunto a Carlos qué tipo de material utiliza para crear la serie de objetos que depositará sobre los platos, me cuenta que un pedazo de madera encontrado azarosamente puede convertirse en algo que simularía ser una porción de torta, una pieza de chocolate, o metros de cables podrían convertirse en algo parecido a fideos.

De esta manera, Carlos Poveda nos introduce en el profuso mundo de las apariencias. Mientras observo en su taller las obras, de pronto, me aparece la frase de Magritte: «Esto no es una pipa». Con esta escritura, el artista belga nos confronta con una imagen que refleja evidente e inequívocamente la representación de una pipa, pero en su leyenda el texto asociado a la imagen niega tal realidad aniquilándola con una afirmación contraria. Tal vez, ese es el camino que Poveda nos sugiere a partir de la contradicción entre la imagen y la realidad, y si bien el artista se divierte con su creación, también siembra con sutileza el enigma.

Dice Marcel Duchamp: «Son los que miran los cuadros quienes lo hacen». Del mismo modo, la obra de Carlos Poveda interactúa con los espectadores, que se detienen a observar el contenido de los platos y encuentran algo parecido a la comida. Frente a esta situación, se tienen muchas sensaciones: podemos, de pronto, imaginar que se trata de un bombón de chocolate y desear comerlo o sentir repulsión ante una obra que simula ser un trozo de carne putrefacta o los vestigios de un vomito. Por demás interesante es la originalidad de este invento que utiliza la percepción sensible y la cultura figurativa para decirnos: ¡no es lo que

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De esta forma, el maestro Poveda pone en jaque nuestra visión a través de su creación lúdica. A esta serie del bodegón titulará Paisajes domésticos, nombre que no es inocente. Según Lacan, un modo por el cual se manifiesta la angustia es cuando se pone en juego la falta de la falta, es decir, está taponado el agujero de la castración, irrumpiendo un real en el contexto de lo familiar, aparece de ese modo lo domestico, que conlleva una brizna de lo siniestro.

Otras veces, Carlos Poveda nos confronta con la poética de sus objetos de culto como en sus obras Santo malandro, Las series chamánicas, Exvotos y O´culto. Se podría leer aquí una estrategia tanto intelectual como sensible que también pone en juego los valores y creencias socioculturales. Y en todo ello nos deja pensando.

La última etapa de Poveda es el resultado de años de búsqueda y experimentación que arriban a una obra consistente, contemporánea, valiéndose del readymade que cuestiona

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la misma realidad actual en la que se funda, pues los platos sirven para exhibir desechos industriales transformados en arte, símbolo de una cultura de consumo desmesurado, platos que comemos o vomitamos. La metáfora apunta a que descubramos nuevos significados a partir de nuestra percepción, interioridad e introspección.

La creación original del artista costarricense se dirige a nuestro yo inconsciente, estimula nuestra conciencia critica a través de la experiencia estética para lanzarnos al encuentro de un nuevo sentido, nos empuja a des-ocultar y des-cubrir la genialidad de una propuesta artística que asume sus riesgos.

 

 

 

 

Epígrafe:

Foto de Portada y de galería 1 Carlos Poveda y uno de sus dibujo

Foto 2, 3, 4, 5 Carlos Poveda mostrando sus obras, gentileza de Paula Garcia

Imágenes y fotos en blanco/ negro, gentileza de Carlos Poveda

Imagen 6 Ofrenda 1

Imagen 7 Ofrenda 2

Imagen 8 Reliquia

Imagen 9 Santo Malandro

Imagen 10 Chamán

Foto 11 Carlos Poveda y Borges

Foto 12 Carlos Poveda y Elena Lacasa

Foto 13 Carlos Poveda y Natalio Povarché

Foto 14 Carlos Poveda y Amelia Bence

Imagen 15 Amuleto