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Los falsos límites entre el arte y la caricatura

Por Raúl Fernando Zuleta

 A lo largo de la historia se ha contado con una producción amplia de imágenes, pero no todas estas han sido integradas a la «historia del arte», más aún, sin desconocer sus cualidades estéticas y formales, muchas han quedado al margen de ser definidas como obras de arte. Desde esta perspectiva, aparecen un conjunto de imágenes categorizadas como «artes menores», entre ellas, la manufacturación de objetos decorativos y utilitarios, la ilustración, la publicidad, y, paradójicamente, la caricatura, que parece concebirse dentro de este grupo. Frente a esta apariencia, se propone un rastreo de tal situación, pero con la intención de demostrar que son falsos los límites que diferenciarían a la caricatura del arte ―con la aparente superioridad de este último sobre aquella―. Dado este panorama, entonces, se propone una reivindicación de la caricatura y su papel integrador hacia el ámbito del arte; y para ello, tendrán que considerarse muchos aspectos, como el cambio conceptual que deben ejercer los propios caricaturistas, y también la caricatura tiene que comprenderse dentro del tiempo histórico y conceptual que vive el arte contemporáneo.

Al remitirnos a los orígenes de la caricatura como tal, se descubre que deriva por completo del arte; por lo tanto, desde el comienzo, fue una extensión del arte, y tanto es así que la caricatura en sí derivó de la búsqueda pictórica de muchos artistas. En este sentido, vale resaltar algunas referencias iniciales. Entre ellas, vale destacar Leonardo da Vinci con sus dibujos de cabezas grotescas; seguidamente, en el Barroco, los artistas Carracci realizaron una serie de dibujos, y es por ellos, precisamente, que se acuña el término caricatura (caricare, en italiano, cargar, exagerar). También Goya realizó algunos dibujos caricaturescos. Si bien la mayoría fueron aproximaciones esporádicas, no una búsqueda y exploración consecutiva y ampliada, hubo otros artistas en que la caricatura alcanzó un nivel preferencial de su producción. Sin duda alguna, la figura de Honoré Daumier sobresale de forma inmediata, ya que buena parte de su obra estuvo totalmente centrada en la caricatura, a tal punto que amplió su exploración a la escultura, y quizás esa serie de bustos fueron las primeras caricaturas de corte escultórico o tridimensional. Preguntarse si las caricaturas de Daumier son arte sería en sí misma una pregunta necia, pero ¿qué pasa entonces con el panorama de la caricatura actual? ¿Puede esa pregunta ser resuelta tan fácilmente? Quizá, la figura de Daumier, de manera retrospectiva, logre una conjugación perfecta entre arte y caricatura. Además, cabe resaltar que para este período la mayoría de los caricaturistas habían cursado estudios de Bellas Artes, de cuya formación fueron derivando hacia el lenguaje de la caricatura, como se resalta en el caricaturista colombiano Ricardo Rendón a principios del siglo XX. Desde entonces, para el arte, la caricatura alcanzó parte de las posibilidades que la integran, pero, con el advenimiento del periódico, la caricatura encontró su espacio tradicional, el cual si bien posibilitó un boom de lo gráfico a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, con el tiempo, este espacio impreso se convirtió en el único lugar de divulgación de la caricatura y su presencia en el contexto artístico fue desapareciendo notablemente. Pero, a diferencia de la artista Käthe Kollwitz, a principios del siglo XX, quien hizo difusión de sus grabados a través del periódico, el divulgar su trabajo en dicho formato no implicaba perder la connotación de obra de arte. No obstante, esta concepción, para la caricatura, pronto fue perdiendo lugar y, para mitad del siglo XX, culturalmente, había una brecha amplia entre arte y caricatura, tanto en la producción visual como en la división entre artista y caricaturista, dado que el segundo ya no tenía necesariamente una formación en Artes.

¿Es entonces la caricatura arte? En principio, la respuesta es sí. Sin embargo, la argumentación contiene varias aristas. Tradicionalmente, se considera arte a la habilidad de hacer algo a través de una técnica artística y tal aspecto lo comparte la caricatura, pero el arte actual ya no se define desde esos términos. ¿Qué habilidad hay en La Fuente de Marcel Duchamp o en la Brillo Box de Andy Warhol, como diría Arthur Danto? Por ello, ¿cómo definir que la caricatura es arte sin considerar la elaboración técnica? La respuesta está en las ideas: hoy el arte contemporáneo se define por la ideas que subyacen en él y lo que enuncia. En este sentido, el artista y teórico Luis Camnitzer afirma que el arte es la solución de un problema; y ese problema es una idea conceptual que se soluciona a través de la obra. De esta misma manera, opera la caricatura: concibe un problema y lo soluciona gráficamente.

Se han dado algunos casos de esa integración de la caricatura en un espacio artístico. La presencia de un dibujo del caricaturista Chócolo en el Salón Nacional de Artistas 2011, en Colombia, ejemplifica que la caricatura siempre se ha hecho parte del discurso del arte; además, demuestra que la definición misma de la caricatura como arte no está bajo los criterios de una habilidad técnica, porque en la obra de Chócolo es evidente esa carencia, sin embargo, lo que la valida como arte es precisamente la contundencia en el concepto o reflexión que propone, el cual está al mismo nivel que cualquier otra obra artística dada en otro lenguaje de las artes visuales. Plantearse la pregunta si la caricatura es arte deja entrever una debilidad en sí misma de la caricatura, y esta es la poca capacidad que se ha demostrado para la autorreflexión teórica y la imposibilidad de pensarse y definirse por los mismos dibujantes. El caricaturista ha sido reacio al campo teórico, lo que supone que «saber dibujar» es suficiente argumento para definirse como caricaturista, es como decir que quien sabe utilizar un telescopio ya es un astrónomo. Si la caricatura es arte, ¿qué tanto saben los caricaturistas de arte?, ¿qué tanto conocen sobre los nuevos parámetros o tendencias del arte contemporáneo?, o ¿qué tanto conocen de la historia misma del arte o más aún de la historia de la caricatura?

Muchos artistas modernos y posmodernos han sido influenciados por la caricatura y han integrado estas estrategias a sus trabajos. En este sentido, el arte siempre consideró a la caricatura como un lenguaje capaz de aportar posibilidades artísticas. En esta perspectiva, el arte del siglo XX comienza a apropiarse de diferentes aspectos formales de la caricatura. Pablo Picasso, al concebir una nueva forma de representación distante del academicismo, se acerca de una forma audaz a estrategias de la caricatura y, así, generó personajes exagerados en sus rasgos y proposiciones corporales. Esa relación entre arte y caricatura se hace aún más evidente en la obra de artistas como Roy Lichtenstein y Álvaro Barrios. Ambos se apropian de cómics e historietas para llevarlos a nuevas situaciones simbólicas y de contenido, pero mantienen una fidelidad al diseño de la caricatura original. En esa misma dirección, la obra de Takashi Murakami parte de aquel contexto de la caricatura japonesa, en que las características del dibujo manga son extrapoladas al ámbito del arte. Así mismo, ese carácter irónico que goza la caricatura es utilizado por muchos artistas contemporáneos, lo que plantea nuevos juegos de apropiación y significación de las imágenes, como sucede con el artista Bansky. Así, para el arte siempre ha estado claro que la caricatura es parte de las opciones que nutren sus propuestas.

¿Y la caricatura? ¿Qué tanto se ha nutrido o ha adoptado estrategias propias del arte contemporáneo? Para empezar, parecería que solo se ha apropiado de las estrategias formales, es decir, el manejo de técnicas y materiales como recursos para nutrir estéticamente sus trabajos. De esta forma, se ha pasado de la plumilla y tinta sobre papel a la utilización de diversas técnicas que aportan color; incluso muchos caricaturistas han entrado en una propuesta más experimental al introducir en algunos casos otra clase de materiales. Pero, en relación con las nuevas concepciones del arte actual, ¿qué tan contemporánea es una caricatura? Erróneamente, se ha pensado que tal término es para designar toda producción artística que se da en el momento actual, pero, en verdad, lo contemporáneo se define por un pensamiento y una conciencia absoluta sobre él tiempo histórico al que se asiste. Aunque no hay duda de que la caricatura pertenece al arte, es en este punto en que existe una brecha entre ambas producciones, que, en cuanto a la caricatura, tiene que solventarla haciendo más conscientes a los caricaturistas de cómo su producción estética está imbricada en un contexto del arte contemporáneo. Es solo a través de este camino que la caricatura puede reivindicarse como una posibilidad artística y, de esta manera, integrarse más fuertemente a espacios expositivos como museos y galerías; por lo que la caricatura dejaría de quedar supeditada solo al espacio del periódico para también ser una obra en sí misma, un dibujo original que se concibe como obra de arte.

Si bien la caricatura actual (que incluye sus diferentes categorías, como humor editorial, humor grafico, fisonomía, historieta, etc.) cuenta con un altísimo nivel, tanto en sus estrategias visuales como en las ideas que desarrolla, porque ambos aspectos serían suficiente argumento para considerar que la caricatura puede incluirse dentro de la esfera del arte y convertirse en una propuesta visual aportadora al contexto del arte contemporáneo; sin embargo, la caricatura tiene que remediar una gran falencia, situación en que el arte lleva una enorme ventaja. Es paradójico cómo se nota la poca disposición demostrada por colegas caricaturistas para la participación en espacios de reflexión académica, con lo que menosprecian el componente teórico que rodea las manifestaciones artísticas, y, en este caso, a la misma caricatura. Este es quizás el vacío más grande con que cuenta la caricatura actual, y mientras los caricaturistas, en este sentido, tengan pocos argumentos y exista una carencia de teóricos que reflexionen sobre este tema, o galeristas y curadores que no apuesten por exposiciones en espacios de relevancia, la caricatura seguirá teniendo un papel muy secundario. Es en este punto que se pone en evidencia la necesidad urgente de la reflexión.

Imágenes, gentileza del artista colombiano Raúl Zuleta