Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Menu +

Arriba

Top

29 mayo, 2012

 

El refugio de los migrantes

 

Por Cecilia Vittar

 

La isla ha sido recuperada y es un espacio público que vuelve a vivenciarse. Comidas típicas peruanas, música y deporte nuclean a cientos de personas que buscan un lugar donde encontrarse. Mucho más que un “Little Perú”. Y ahora tiene un documental que los retrata.

Irma lleva más de 10 años en Córdoba. Tiene hijos y nietos que ya son cordobeses. Los domingos comenzó llevando algunas comidas típicas de su natal país andino a la isla. A su alrededor varios compatriotas jugaban al vóley. Y poco a poco sin darse cuenta se inauguraba ese refugio que es la Isla de los Patos, reconfigurada como espacio de encuentro de aquellos hombres y mujeres que debieron irse de sus países de origen y se encuentran ahora abrazados por el río Suquía.

Más de veinte puestos de comidas típicas ofrecen la posibilidad de encontrase con picarones, mazamorras, salchipapas y muchos más. Pero también la oportunidad de relacionarse, crear redes y contenerse en este difícil camino de la migración.

 

 

Perú es celeste

Rodeando al Gigante de Alberdi, múltiples pensiones y casas divididas que antes pertenecieron a los estudiantes hoy albergan a la comunidad peruana. Se suman, además, los hogares en los barrios Providencia y San Martín. Todos cerca del Suquía y de la Isla.

Esta comunidad, junto a la de bolivianos, pertenece principalmente a la oleada migratoria de fines de los 90 y comienzos del 2000. Uno de los principales motivos de la partida fueron  las razones económicas, aunque no debe generalizarse en ese aspecto.  Córdoba los recibió, no sin prejuicios. Uno de los problemas más frecuentes a los que se enfrentan es la precarización del trabajo a la que la comunidad es sometida. Sueldos más bajos, menos derechos y un estereotipo del peruano destinado a ciertas labores: un concepto racializante.

Uno de los ejemplos es Elmer, visitante de la isla y economista en su país de origen, que debió conformarse con un trabajo administrativo en una empresa argentina, ya que su título no es validado en el país.

 

 

Un día, todos los días

Un día… es el documental que produjo el Programa Derecho a la Cultura de la UNC. Bajo la dirección de Ana Apontes, se intentó denunciar esta situación desigual desde la voz de los actores como partícipes del proyecto.

«La idea fue pensar la Isla de los patos como una metáfora de inclusión/exclusión. Y la misma noción de isla con sus puentes nos permitían hacer ese abordaje. De hecho, el título de la película responde a esa idea: Un día, todos los días. Ese día domingo que se explica por lo que ocurre el resto de los días de la semana. Entonces, uno de los protagonistas habla de la Isla como un refugio de los peruanos, la idea de refugio está dando idea del proceso de exclusión que se vive por fuera de la isla en su vida cotidiana» explica Pablo Spollansky, productor del documental.

A lo que Eduardo Domenech –coordinador académico- agrega: «Algo muy interesante es cómo ellos experimentan la categoría inmigrante, con la cual hay distintas maneras de identificarse. Hay quienes no buscan hacerlo y eso  tiene que ver con el proceso de discriminación que viene con la misma. Busco problematizar en qué medida la presencia de ellos en la Isla es vista como legítima o no, en tanto toman una presencia que puede ser cuestionada. Y eso se pone de manifiesto cuando se habla del espacio nuestro o el espacio ajeno.  Hasta que punto ellos pueden decir este espacio es nuestro».

Los documentalistas ponen el acento en la profundidad de la Isla, que va más allá de las comidas típicas y los deportes. Como explica Spollansky: «Uno escucha conversaciones y se habla del laburo, los documentos, la residencia, cómo estaban las familias. Se va dando como una cuestión afectiva y que tiene que ver con generar redes de contención».

 

 

El afuera y el adentro

Caminando por la vera del Suquía, caras cordobesas vuelven a apropiarse del espacio. Sin embargo, al cruzar el puente hacia la Isla, se llega al país vecino.  Peruanos en su mayoría, pero también bolivianos, paraguayos y algunos argentinos departen y comparten comidas y juegos.  Es una forma distinta de vivir el domingo, degustando los platos típicos de origen, escuchando la música de sus pagos.  Las colas en los puestos de comida se hacen eternas. Las caritas sonrientes de los niños con sus conos de salchipapas no se pueden ocultar. Algunos cordobeses curiosos comienzan a acercarse y hacer cola. Y descubrir ese mundo tan cercano que vive a unos pocos metros del Clínicas.

No existe una clausura. Comparten peruanos, bolivianos, paraguayos, argentinos. Sin embargo, el prejuicio continúa. Un espacio sin divisiones y sin clausuras. Un refugio abierto para compartir entre todos. Porque al fin y al cabo, como explica Irma, todos somos cordobeses.