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5 diciembre, 2013

Luis Chitarroni Una buena época para vivir

por Gonzalo Figueroa

 

Unos 1500 kilómetros de distancia, vía correo electrónico, entrevistamos a Luis Chitarroni. El escritor, nacido en 1958, es editor de La Bestia Equilátera, una editorial creada en 2006 que
publica en papel y en e-book. Los libros de Chitarroni Siluetas y Peripecias del no fueron publicados en ambos soportes. No sabe en qué formato vendió más, y quizás tampoco importa saberlo.
Está escribiendo varios libros: un ensayo para la editorial de la Universidad Diego Portales de Chile; un largo ensayo sobre el Borges de Bioy Casares para Mardulce; un libro de gustos y preferencias exclusivas, muy personal —pero espera que no íntimo—, con un título robado a Bob Dylan; un libro de ficción sobre las últimas tres décadas; y está terminando de editar su última novela: Miopía progresiva, enlazada con una anterior, El carapálida.
Sobre la ya clásica (y para nada necesaria) pregunta de si prefiere un libro en papel o un e-book responde: «como representante de mi edad, prefiero los libros». De hecho, asegura que prefiere los libros a casi cualquier cosa. «Eso debe de tener que ver también con mi incapacidad de abstracción. Mi biblioteca es como un gran zoológico, con bestiario incluido. Hoy no están de moda los zoológicos. Hay argumentos contra muchas cosas que uno creció amando. Y todo tiene una justificación, la misma: por la preservación del planeta, este planeta aún joven que se encamina con paso decidido y coraje a la muerte térmica».

Sus libros son publicados en papel y en e-book, ¿cuesta convencer a la editorial de publicaren los dos formatos?

No, todo lo contrario. Están bastante ávidas de que los autores cedan sus derechos
para los nuevos formatos. Es una apuesta a la que no quieren renunciar, nadie quiere
quedarse atrás, por nada (o acaso por algo muy poco significativo, «simbólico», suelen
decir, lo harían).
Las universidades de periodismo enseñan a escribir de distinta forma para diario digital
y en papel. ¿El libro y el e-book se escriben y leen de manera diferente?
No le tenemos miedo a la obviedad. «Tanta obviedad, ay, en la obviedad de la palabra obvia», escribió Osvaldo Lamborghini. Cualquiera que lea con un propósito estético un blog puede admitir la diferencia del fragmento seleccionado y la prosa de Borges (sin necesidad de elección). Pero es cierto también que los tiempos que corren no nos hacen fanáticos del estilo. Nadie parece defender los modos ni las maneras, al punto que la cita de Aldecoa Inauda: «Que de otro imitó los modos/por conocerlos a todos» termina enlazándose con la de Lope de Vega: «Que otras veces amé/negar no puedo». Esperemos que el tiempo vigente resida o radique en una cesura tan digna. El conflicto más grande de la ironía de Occidente es que debe descuartizarse; de un lado queda el amor propio, del otro, la melancolía (cuyo traje de luces, como bien se sabe, es la histeria).
Leí una crítica del estado actual de la tecnología: ahora la gente tiene un conocimiento más superficial de las cosas. Un rato un diario en internet, responder un mail, volver al diario, jugar, escuchar música, entrar a un blog, todo desde el celular. Se profundiza menos en el conocimiento, todo es más disperso. ¿Cree que es así?
Es incuestionable cómo internet soluciona problemas de investigación y de búsqueda. El otro día resolví —tal vez el verbo exceda lo que pueda hacer, pero hoy me levanté atrevido— un enigma acerca de la continuidad de falsificadores sin apartarme un segundo del teclado, la pantalla como una superdotada y solícita niña «contestadora».
En cuanto a los niveles de profundidad y dispersión, supongo que ya hay una comitiva o
una comisión dispuesta a dar respuestas estadísticas. A mí el tiempo que me hace ganar
—vamos a decirlo a mi manera, vieja guardia— la computadora, me permite emplearlo
en investigaciones más profundas, estériles y lentas: aventuras a veces del aburrimiento,
lecturas parciales o totales sobre el tema despuntado inicialmente a vuelo de dígito.
La influencia se ejerce sobre o contra el tiempo ganado. Esto no lo altera Internet ni
Wikipedia. Depende de lo que los sujetos quieran hacer con el tiempo recobrado, con
el tiempo —noción paradójica— libre. Visitar primero una página para saber qué es lo
que hacen los hermanos Chapman puede conducir a la foto de la boda de uno de ellos
con una modelo y terminar allí o a una profunda investigación acerca de la figuración
miniaturizada en el arte de los siglos diecinueve y veinte.

El mundo editorial está en proceso de cambio hace años. Primero, con descargas
gratuitas, pasando por arriba de las editoriales y de los artistas (músicos,
escritores). Ahora, las editoriales venden los libros en formato de e-books. ¿Nota
usted también esa tendencia? ¿Significa que los artistas y el mundo editorial se
adecuan a las nuevas tecnologías en vez de luchar contra ellas?
Adecuación en términos de comodidad, adaptación en términos de supervivencia. La gran salina de la superficialidad… a mí me encanta. No creo que haya nada adverso en lo disponible (o no soy tan moralista ni agorero como para dedicar a las máquinas mi desdén por la falta de

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conducta de los hombres).

Al final del correo enviado le pregunto a Chitarroni cómo juzga estos cambios; si los cree positivos o no; si se anima a augurar algo para dentro de diez años; si las nuevas formas en las que el arte se produce y se consume le preocupan. Y contesta que aún no está seguro.

Tengo que leer To save everything, clic here, el libro de Evgeny Morozov, que pone en tela de juicio una vez más la credulidad de los adeptos confiados al «porvenir de una ilusión», la legión adherente asociada, ya no sé si optimista o pesimista, a una larga diatriba que incluye físicos, neurólogos, filósofos, neurolingüistas, epistemólogos y, sobre todo, cibernautas y nerds en general. A su vez, el muy inteligente Jaron Lanier, en un libro que se llama,
si no me equivoco, ¿A quién pertenece el futuro? (Who owns the future?), sostiene:
«si no el resultado de algún esquema malévolo, el efecto colateral de una elevación idiótica de la fantasía, la creencia de que la tecnología se vuelve a cada instante más astuta y por lo tanto prescindente de la actividad humana es irresistiblemente cómica». Soy bastante esclavo de los viejos hábitos de la cultura, y aunque mucho de lo humano me es ajeno, sigo con cierta atención movimientos y tendencias todavía audibles o visibles para unos sentidos casi tan deteriorados como el planeta.
Son nuevos tiempos los que estamos viviendo. Cambia la tecnología y las formas que tenemos para crear y consumir arte. Cambios positivos o negativos, cada uno tendrá su visión. Cambios, y quizás sólo eso, porque está en cada persona aprovecharlos o no. Resistirlos o sumarse a ellos.
«Nada hay que me degrade y desagrade lo suficiente, digamos, como para estallar en un sermón contra el tiempo en el que me toca vivir…», cuenta Chitarroni justo antes de citar a Borges: «…habida cuenta de que me tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir».