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15 abril, 2015

MAMBO. Rotación – Giro – Repetición de Augusto Zanela y Luis Rodriguez

MAMBO. Rotación – Giro – Repetición de Augusto Zanela y Luis Rodriguez

EL OJO DANZADO

Hay cierta transparencia en el baile que siempre da como resultado un filón naturalista, ya sea en danzas aeróbicas o electrónicas, o en precisos pasos que se mimetizan con las mismas partituras y el swing que de ellas proviene.

Por repetición el baile es, ante todo, expresividad pautada; cada quien le sacará el jugo como pueda, evocando grandes libaciones o midiéndose en resistencia y en sensualidad.

La danza puede ser a su vez liberadora de entropías, hace rodar el mundo en parcelas ajustadas al cuerpo, como un pantalón ceñido, demostrando en cada pliegue una sorpresa que luego será interpretada por la mirada que se posa en el cono de la percepción.

¿Y cómo será cuando esa repetición se vuelva expresión, deletreo de presunciones visuales? ¿El ritmo será asequible en la primera de cambio?

Tendremos que esperar a que el sol se ponga, y con una música ensañada en no dejarnos inertes, repararemos en lo que vimos, lanzados en nuestra percepción en clave: como mira ese ojo bailao. Entonces, alejarse rápido, tomar distancia y como desde un colimador disparar pasos, giros, saltos. Todo eso bailará en esta presentación.

Augusto Zanela, Luis Rodríguez arriesgan a que, si se puede mirar el ojo danzado, es capaz la mirada de recordarse mirando.

Y la pared rellena por todas partes, completa, sin resquicios… De hecho hay un punto donde vemos un globo perfecto que inmediatamente nos será bailado, en cuanto nos movamos por el espacio.

Sobreexpliquemos desde ahora: hay pasos a seguir. Por un lado la noción de danza, salto, giro. Por el otro, el lenguaje de objetos insistentes, espejos sinápticos que evocan una densa capa CF (por eso hay objetos de vidrio en forma de intrépidas arquitecturas globulares, y las paredes son prácticamente sometidas a una tangente, que libera la forma de sus organismos constitutivos). Ya sea por anamorfosis o por circularidad, la geometría va dando lugar a la pose sensual.

El muro es teñido circunstancialmente por la matriz de una contradanza, pintada y repintada en grafito y cinta. Recobra sin hacer alharaca fragmentos de la mente en ausencia de lo bailado.

Enarbolado en un mundo disruptivo Mambo ejerce el rol subcutáneo de tatuar insistencias, que de otra forma serían fantasmas. Ese uso direccional de lo fálico, en resonancia con las posibilidades del espectador como actor decisivo, permite ante todo formularnos -en blanco y negro- la pregunta relacional: ¿Bailamos?

 

La exhibición se podrá ver hasta el 7 de mayo en Montevideo 1723