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16 marzo, 2012

 

La Biblioteca Argentina para Ciegos.

 

Por: Jimena Pautasso

 

De qué se trata esta entidad no gubernamental sin fines de lucro, que busca contribuir a la plena integración en la sociedad de las personas con discapacidad visual.

 

 

«Yo nací con glaucoma congénito. Nací con vista, lo que pasa es que con el correr de los años la fui perdiendo rápidamente. De chica siempre tenía que pedir que me leyeran. Me leían, me leían bastante, pero para mí siempre era poco, yo siempre quería más, siempre andaba con algún librito bajo el brazo diciendo: “¿Me leeeeees? ¿Me leeeees?”». Un día, Tania García de Prada dejó de pedirlo.

Tiene 67 años, está casada y es empleada en el Coro Polifónico de Ciegos, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación. Oriunda de Uruguay, se vino a la Argentina junto con su familia, a los 19 años. Aquí, en Monte Grande, en boca de una vecina, descubrió que existía la Biblioteca Argentina para Ciegos. Y allá, en la Biblioteca, descubrió una existencia más: el sistema Braille. Entonces Tania ya no tuvo que pedir: «Me dieron un alfabeto, y yo me puse como una bestia, horas y horas, y en tres meses ya leía. Luego me dieron un catálogo: había una lista interminable de libros que podía leer. Yo quería leerlos todos, parecía un sueño».

Primero, fue socia y usuaria. Sobre todo, especialmente, lectora. Pero Tania se quedó, y no sólo para seguir leyendo. Luego de aquel inicial y movilizador curso de Braille, participó en otros talleres (inglés, francés, manualidades, gimnasia, expresión corporal). Y Tania se quedó más. Años después, y ad honórem, empezó a formar parte de la Comisión Directiva, en cargos diversos: fue vocal suplente, vocal titular, secretaria de actas. Y, otros años después, fue eso que todavía es ahora: Tania es la presidente.

La Biblioteca Argentina para Ciegos (BAC) nació en 1924, «por iniciativa de un grupo de personas, entre ellas algunas ciegas, que pensaron en la necesidad de proveerles libros en Braille a las personas con discapacidad visual, porque hasta ese momento no había en el país material con ese sistema», comenta García. Sin embargo, todo ese mucho se suponía poco, y el lema tenía que reflejarlo: «El objetivo, más allá de lo puntual del material en Braille —expone la Presidente—, es “ayudar a toda persona ciega en toda forma”, así lo dice el estatuto».

Está, en principio, la forma más previsible. En la BAC se puede, obviamente, leer. Y leer de diversas maneras. Con las manos pueden tocarse y sentirse las palabras, gracias a la Biblioteca Braille Circulante: unas 4.000 obras (repartidas en 15.000 tomos, ya que la escritura en ese sistema es mucho más voluminosa) que van y vienen entre la sede y la casa del lector. Pero también las palabras se hacen sonido para colarse, pausadamente, en la emoción y los oídos: el Libro Parlante suma unos 1.000 ejemplares, que han sido grabados por locutores voluntarios en distintos CD y casetes.

Es cierto, en la BAC hay una inmensa y confortable sala de lectura; pero la gran mayoría de las personas prefieren retirar los libros o recibirlos en forma gratuita, sea cual fuera el rincón del país donde se encuentren, por correo.

Otra opción que la entidad propone es leer (leer escuchando), pero de a muchos. Un puñado de palabras que aseguran el encuentro. Desde hace 20 años, existe en la Biblioteca un grupo de lectura. Cada jueves se reúnen una lectora voluntaria y un grupo de personas ciegas que debaten y eligen alguna obra para degustar. Y juntos la degustan. El sabor aumenta cuando trae consigo la coincidencia y se sabe compartido.

El lugar cuenta, además, con una imprenta Braille. De ahí emergen las revistas de producción propia. La infantil Burbujas, la de interés general Hacia la Luz («decana —dice, orgullosa, García— de las revistas en Braille en lengua castellana: se empezó a publicar alrededor de 1930») y Braille Joven, que indica en su nombre el público destinatario. Todas se distribuyen gratuitamente: «Nosotros no discriminamos entre socios y no socios —agrega la Presidente—. Entregamos a quien lo solicita porque hay mucha escasez de material informativo en Braille, entonces tratamos de que se tenga la mayor facilidad posible en el acceso».

También se imprimen revistas hechas por terceros: «No hay otra imprenta en el país capaz de hacer tiradas tan numerosas», informa García. «Y facturas de empresas de servicios, como Metrogás, o resúmenes de tarjeta de crédito, como Visa. Estamos tratando de que otras tarjetas también lo hagan, porque es una información importante para el usuario. Tenemos dificultades con algunas que no están encargando el resumen. Ellos estiman que se quiebra un poco la privacidad. Nosotros creemos que no: si yo no recibo el resumen en Braille, tengo que dárselo a leer a un tercero, entonces ahí sí se violenta mi privacidad. Deberían respetar nuestra decisión».

Pero todavía hay más: «Otra cosa que hay que difundir —expresa García— es que vienen estudiantes ciegos que piden a la bibliotecaria que les consiga material sobre algún tema. Entonces ella busca por Internet artículos sobre eso que le pidieron y se los imprime en Braille, para que se los lleven».

Dato relevante: toda persona ciega puede acceder a los materiales. No se exige ser socio, «aunque se le pide que, si puede hacerse socio, es deseable, porque ayuda mucho. Pero, si no puede, se le prestan igual», concluye la presidente.

A todo lo mencionado, se le agregan numerosas actividades. Hay, en primer lugar, cursos de Braille. Otros de computación (se enseña el manejo de la máquina y del programa lector de pantalla que utilizan las personas ciegas, que verbaliza lo que aparece escrito), de diseño de páginas web y de capacitación a personas con vista para transcribir música en Braille, usando programas que existen para ello. La lista sigue: guitarra, danza, tango, salsa y teatro. Huerta orgánica y contact improvisation. Relajación (llamado «Taller Desatanudos»), yoga, gimnasia suave y masajes sensitivos. Resulta necesario aclarar: no todos los talleres son gratuitos. Existen algunos que son arancelados, como existen también las becas para aquel que no puede pagarlos.

En la BAC se venden, además, distintos materiales para personas con discapacidad visual. Los bastones, por ejemplo, que son fabricados por personas ciegas. «Nosotros los vendemos, pero le estamos dando trabajo a una persona ciega, por un lado, y le estamos resolviendo el problema, por otro lado, de dónde conseguir un bastón, al resto de las personas ciegas. Hacemos el contacto y ganamos muy poquito con esto. Si algo ganamos, lo reinvertimos siempre en servicios para personas ciegas».

Se sabe, se siente. No es cuestión de dinero, sino de derechos. «Toda colaboración que llega a la Biblioteca —destaca García— la orientamos al servicio de la persona ciega, para resolver un problema, para capacitarse, para poder estudiar, para hacer una actividad que la beneficie y la ayude a integrarse, que la ayude a conseguir la inclusión social. Es un acto de justicia». En la página web, queda explicitado con mensaje enérgico, con letras bien grandes: «La BAC intenta sumarse a los seres humanos que sueñan con forjar una sociedad con todos y para todos».

En Lezica 3909, se sueña cada día tan fuerte como se obra.

 

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