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Manzi, la vida en orsai Dirección: Betty Gambartes

Por Raquel Tesone
Fotos: Mariano Barrientos

 

La vida de Manzi fue una vida en orsai, pues, quedó fuera del juego al no poder jugarse por Nelly Omar, la dueña de su corazón. Y fue así como su alma quedó en orsai: «Tu canto es el amor que no se dio y el cielo que soñamos una vez». El amor entre ellos permaneció a través del canto de Nelly, pero no se pudo dar y dejó en Manzi «[…] esas ganas tremendas de llorar que a veces nos inundan sin razón, y el trago de licor que obliga a recordar si el alma está en orsai» (Che bandoneón).

Manzi pagó un alto costo cuando decidió no separarse de su mujer, Casilda, con quién tenía un hijo, algo que terminó jugándole en su contra, ya que perdió a Nelly. «Te oí decir… adiós, adiós… Cerré los ojos y oculté el dolor… Sentí tus pasos cruzando la tarde y no te atajaron mis manos cobardes» (Tu pálida voz, 1943). Manzi pudo sentir como cobardía la pérdida inexorable de Nelly, sin embargo, esta obra teatral nos muestra que no fue un acto de cobardía, sino una elección en coherencia con su ser, sus valores y su sensibilidad. Dejar a Casilda lo enfrentaba a un riesgo que no quería correr. Su esposa había intentado suicidarse cuando él le manifestó su deseo de separarse. Manzi supo que, si esto ocurría, no iba a vivir sin culpa su amor por Nelly. La amaba tan intensamente que quiso liberarla de su sufrimiento, de este amor que lo atormentaba y le estaba vedado. Esto está magníficamente expresado en su poesía: «Fuimos la esperanza que no llega, que no alcanza, que no puede vislumbrar su tarde mansa. Fuimos el viajero que no implora, que no reza, que no llora, que se echó a morir. ¡Vete…! ¿No comprendes que te estás matando?».

¿Por qué Manzi teme que ese amor la esté matando a Nelly? ¿Será que él se echó a morir porque ese amor se transformó en un dolor intolerable? «¡Vete…! No me beses que te estoy llorando. ¡Y quisiera no llorarte más! Es mejor que mi dolor quede tirado con tu amor librado de mi amor final. ¡Vete! ¿No comprendes que te estoy salvando? ¿No comprendes que te estoy amando? ¡No me sigas, ni me llames, ni me beses, ni me llores, ni me quieras más!» (Fuimos, 1945).

Manzi, hombre de la lucha política y sindical, radical revolucionario que simpatizaba con Perón, pero que se mantuvo, al igual que el compromiso con su esposa, fiel al radicalismo pese a que su corazón estuviese con el peronismo. Salva a Nelly, pero muere de cáncer como Evita, casi al mismo tiempo.

Jorge Suárez encarna a un Manzi que conmueve desde su impecable actuación y desde los sentimientos que transmite en su canto. Néstor Caniglia muestra su versatilidad para componer a Santoro, Troilo y Castillo, y sabe transmitir la importancia de la amistad en cada uno de estos vínculos.

Esta obra hace una lectura de la historia tanto de Manzi como de Nelly Omar, interpretada magistralmente por Julia Calvo, quien sabe otorgarle todos los matices a una mujer que ha sido actriz y cantante en los años treinta y que se animó a divorciarse de su marido, con lo que se posicionó en un lugar de mucha exposición, ya que no dejó de trabajar. Cantaba en diversas radios y se la llamaba «La Gardel con polleras», porque para esa época era impensable una mujer con ese espíritu libre. Todas estas dimensiones se destacan gracias a la maravillosa interpretación actoral de sus canciones y a la extraordinaria composición del personaje que realiza Julia Calvo.

Peronista y amiga íntima de Evita, Nelly Omar cayó bajo el ojo de la censura de los militares de la autodenominada «Revolución Libertadora». Pese a ello, siguió cantando públicamente casi hasta el final de su vida, con lo que logró ser la cantante más longeva del mundo. Por su trayectoria, fue nombrada Embajadora del Tango en el 2010. Y a sus ciento dos años, supo declarar: «Soy una mujer que sabe ser una mujer. ¿De quién se enamoró Homero Manzi? De Nelly Omar. ¿Y estuvo enamorado cuántos años? Desde el treinta y siete, cuando lo conocí, hasta el cincuenta y uno, cuando murió. Pero él no quería hacer lo que me había prometido: separarse para casarse conmigo. Y el que sufrió fue él, no yo. Hizo cualquier cantidad de obras dedicadas a mí, empezando por Malena».

Nelly no parece haberse equivocado, Manzi sufrió tanto más que ella. De hecho, muere al poco tiempo que Nelly lo deja, a sus cuarenta y cuatro años. «Cuando todas las puertas están cerradas y ladran los fantasmas de la canción, Malena canta el tango con voz quebrada, Malena tiene pena de bandoneón» (Malena, 1941). Y la pena de Manzi, ¿es la que lo lleva a morir de amor? ¿Lo que signa la pregnancia y eternidad de la poética de sus tangos es un amor que nunca muere?

Manzi parece prenunciar su muerte en este poema: «Sombra más fuerte que la muerte, grito perdido en el olvido, paso que vuelve del fracaso canción hecha pedazos que aún es canción. Y después, en el silencio de tu voz, se hará un dolor de soledad y gritaré para vivir… como si huyera del recuerdo en arrepentimiento para poder morir!» (Tango, 1944).

Desde la primera escena, en la que Manzi rememora su vida a partir de enterarse de su enfermedad, se reinterpreta su vida y su muerte a la luz de la poesía de sus canciones.

La originalidad del texto escrito por Betty Gambartes, Bernardo Carey y Diego Vila, y de la puesta en escena de Betty Gambartes, consiste en reconstruir la vida de Manzi, poeta, guionista y director de cine, a partir del ensamble maravilloso entre sus canciones y su historia, con música en vivo, lo que otorga más emotividad a las escenas. El espectador puede hilar una trama a partir de las letras de las canciones con las situaciones que fueron motivando cada poema de Manzi, anclados en el amor por Nelly, su verdadera musa inspiradora, quizás por eso de que «no habrá ninguna igual, no habrá ninguna, ninguna con tu piel ni con tu voz».

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