Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Menu +

Arriba

Top

13 noviembre, 2012

ARTE

Verdadera pionera del diseño en la Argentina, Mary Tapia desafió —en los años 60 y 70— el protagonismo de la moda europea, en busca de una identidad nacional originaria y alejada de falsos estereotipos.

Por Andrea Castro

La década del 60 fue en nuestro país un momento cultural único que, si bien se inició como reflejo del quiebre artístico e ideológico que se estaba experimentando internacionalmente, logró incorporar elementos autóctonos y populares que posicionaron a nuestros artistas como fuertes referentes en el exterior. Dueños de una identidad propia, autorreferencial y ligada al conceptualismo, muchos de ellos se agruparon en esa utopía irrepetible que fue el Instituto Di Tella o coquetearon con él.

Las múltiples experiencias artísticas que por esos años sacudieron a la llamada «Manzana loca» fueron, en algunos casos, el germen de las disciplinas de diseño que comenzaron a afianzarse como carreras socialmente aceptadas a mediados de los años 80. En lo que respecta al diseño textil y de indumentaria —una rareza por aquellas décadas, cuando lo que se lucía en Buenos Aires era una copia literal de las grandes casas de moda de París—, fueron claves los aportes realizados por artistas del Di Tella tales como Delia Cancela y Dalila Puzzovio. Ambas, casi sin darse cuenta, comenzaron a formar parte del sistema de la moda, partiendo del análisis profundo y conceptual de ese nuevo y vasto universo en formación.

Por aquellos años también trajinaba las calles de Buenos Aires una joven que había llegado desde su Tucumán natal porque quería ser actriz: Mary Tapia. Hija de un tucumano nativo de ocho generaciones y apasionada de tejidos como el barracán, que son moneda corriente en el Noroeste argentino, cambió su rumbo artístico, harta de cómo se vestían las porteñas. «Yo estaba empeñada en crear una moda nacional, en hacer moda para llevar cultura encima del cuerpo», declarará muchos años después, cuando el MALBA le organice una muestra para festejar sus cuarenta años con la moda.* En el año 1966, en la galería El Laberinto, Mary presentó sus primeros diseños, que mezclaban texturas del NOA con encajes y puntillas europeas. Al año siguiente, realizó un desfile performance al borde de la pileta de natación de los Baños Colmegna, invadiendo el estricto club de caballeros con modelos enfundadas en minivestidos de barracán, lana cruda y liencillo de algodón, bordados a mano por indígenas del Noroeste. Por allí andaba, siempre a la caza de nuevos talentos artísticos, el inefable Romero Brest, que inmediatamente la invitó a realizar una nueva presentación en el Instituto Di Tella.

En él desembarcó Mary en 1969, con su Pachamama Prêt-à-porter, y deslumbró a todos. En la tarjeta de invitación, podía leerse: «En Buenos Aires, la última moda no llega nunca. Porque recién seis meses después hay que ponerse lo mismo que usan las europeas. En cambio, qué bárbaro lo que hacen nuestras kollas, o las mujeres del Paraguay, o las indias de Zuleta, en barracanes, ponchos, tapices y guardas bordadas. En esta colección se mezclan esas texturas con tejidos de otavalo y bayetas a mano, por lugareños de Cuenca, en Ecuador, o tapetes de Quito. Por todo eso, crear una moda argentina se convirtió en mi obsesión».

Sus prendas comenzaron a ganar adeptas tales como María Luisa Bemberg y a venderse tímidamente en la Galería del Este, hasta que, a comienzos de los 70, viajaron al exterior. La primera experiencia fue en París; un tanto fallida, ya que por problemas burocráticos su presentación en el Salón del Prêt-à-Porter de esa ciudad se transformó en un desfile organizado de apuro en un teatro, gracias a artistas argentinos que allí residían, como Alfredo Arias y Marilú Marini. La revancha llegó en 1973: invitada por el Center of American Relations, Tapia viajó a Nueva York, llevando una reedición de la colección, para cuya confección utilizó textiles rescatados de sus recorridos por el Noroeste argentino, Bolivia, Panamá, Colombia y Paraguay, a los cuales sumó terciopelos y botones comprados en el mercado de pulgas de París.

Ese incansable trabajo de campo que realizó Mary a lo largo de toda su carrera, no solo comprando textiles, sino también rescatando técnicas ancestrales, y muchas veces olvidadas, a través de largas charlas con los lugareños, le valió la calificación de «antropóloga de la moda», que le otorgó cariñosamente la periodista Felisa Pinto.«En el desfile de Nueva York se vieron, aplaudidos a rabiar, levitones de barracán con botones y detalles de terciopelo, y piezas únicas, bien cotizadas, como tapados muy amplios de oveja negra, procedente de Abrapampa, cerca de La Quiaca, con pelerina bordada con cintas de terciopelo», recuerda Mary, divertida, para agregar: «Las chicas trataban de seguir la maravillosa música deformada por el Gato Barbieri que tocó “El cóndor pasa” y “El arriero”. ¡Pobres, hacían lo que podían!».

A su regreso, Mary alquiló un local en la tradicional galería Promenade. Fue una equivocación, ya que ese ámbito tan conservador no pudo digerir su «línea folclórica sudamericana», al igual que su nueva colección integrada por prendas que ahora sumaban aguayos kollas, chaguas (red vegetal tejida por los pueblos originarios del Chaco), apliques de cuero de buches de avestruz, bordados en seda realizados por campesinos pampeanos, y dibujos incaicos bordados en faldas tejidas.

Mary Tapia tuvo varias clientas famosas; la Cámara Argentina de la Moda le otorgó una Tijera de Oro y otra de Plata en el año 2001, y la Fundación Konex, un Konex de platino, en el 2002. Sin embargo, aún hoy es casi una desconocida para la gran mayoría de los diseñadores de moda que se reciben año a año en nuestro país.

En el 2011, un viernes por la mañana, Mary dejó este mundo porque su corazón dijo basta. No hubo grandes homenajes, ni informes televisivos; apenas un par de artículos en importantes diarios de Buenos Aires, algunos de ellos escritos por entrañables amigas y compañeras de ruta. Incansable como siempre, la muerte la sorprendió trabajando en la recopilación de toda su carrera, para publicar un libro que contara cómo había sido el duro y poco reconocido camino que eligió transitar en el mundo de la moda argentina. Entre sus cosas se encontraron decenas de notas, moldes y apuntes que develan cómo logró crear esas prendas únicas, ricas en colores naturales y formas netas que recuerdan las líneas del estilo art decó; cómo combinó magistralmente, trabajando en el piso con múltiples textiles al mismo tiempo, y sin haber dibujado un figurín, diferentes tipos de barracán, bayeta, chiya, picote, aguayos y chaguas, entre otros tejidos, con aplicaciones de bordados, cintas de terciopelo, puntillas, encajes y flecos de antiguas colchas santiagueñas, para generar tapados, mini vestidos, chaquetas cortas de aire Chanel, pero que también recuerdan a los uniformes militares de la época de la Colonia, y faldas plato, entre otras prendas y cientos de accesorios.

Mary Tapia entendió la moda no como una banalidad sino como una forma de reivindicar las culturas oprimidas, transformando en tendencias saberes populares: «La moda fue para mí una manifestación ideológica, acá hay una gran desvalorización de lo nuestro y una excesiva valoración de lo extranjero… Espero que las nuevas generaciones aprecien en estas señales, en estos rastros y en las marcas de mi trabajo como creadora de ropa, la riqueza de esto tan valioso que constituye la identidad amplia, rica, de la cultura argentina, y se animen así a mirar para adentro».

 [showtime]

Nota

* «Netamente argentina», por Felisa Pinto (Página/12, 17 de junio de 2011).