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1 septiembre, 2014

Matías Ercole La belleza de lo trágico

Matías Ercole La belleza de lo trágico

Por Margarita Gómez Carrasco

«Pinta, no la cosa, sino el efecto que produce».
Stéphane Mallarmé

El color negro suele remitirnos a sentimientos lúgubres o al vacío tenebroso que representa la nada. La ausencia de color tiene la ventaja, como las noches pobladas de estrellas, de parir mundos fulgurantes. La enigmática obra de Matías Ercole emerge de esa negrura angustiante, para llevarnos por profusos paisajes y enseñarnos que, donde reina la oscuridad, él hace emerger otras realidades. Extraños mundos nuevos que surgen de la tensión entre lo imposible y lo posible.

¿Hace cuánto te dedicás al arte?
Hace mucho. Fui a una secundaria de arte, a una escuela de cerámica. Más o menos desde 2001 empecé a interesarme, cuando terminé la primaria. Después, empecé con talleres de arte, fui al de Guillermo Roux y ahora estoy terminando en el I. U. N. A. la licenciatura en arte.

¿Cuándo aparece esta técnica de trabajo?
La técnica con la que vengo trabajando aparece en 2008. Desde entonces, comencé a abocarme a esta temática que tiene que ver con el paisaje.

Contanos ¿en qué se basa?
Descubrí la técnica cuando estaba haciendo un taller, en un trabajo en que teníamos que hacer un proyecto personal. Había que pensar en lo que nos interesara a nosotros, y a mí me gustaba mucho dibujar. Una profesora me incentivó para seguir buscando cosas que me interesaran, y buscando técnicas, usé tinta, lápices, grafito y apareció la técnica del esgrafiado. Al principio, no fue una muy buena experiencia, ya que conocía la técnica, pero no como para llevarla a la práctica. Es un poco lo que se hace con crayones de cera, tinta; pero más refinado. En ese momento, me acuerdo de que agarre una vela, ya que necesitaba un elemento que no genere que la tinta se agarre al papel, y apareció la parafina, pensé en la cera y por eso agarre una vela. Recuerdo que fue problemático porque se levantó todo el dibujo. Seguí investigando, hasta que encontré un barniz de cera, que es lo que preparo hoy en día; se genera una capa incolora que aísla la tinta del papel. Yo parto de un plano neto negro cuando dibujo, y después rayo. El blanco que se puede ver es el blanco del papel que resurge en la superficie. Con el pasar de los años, fui agregando tintes, más detalles; hay que sacar y volver a poner.

Además de esta técnica, ¿qué otras cosas trabajás?
También hago videos, algo artesanal porque los videos que hago los grabo con una cámara que casi no tiene visión, porque voy cortando, cada freno es una fotografía.

¿Tu obra remite a lo contemporáneo?
Por una cuestión temporal, me siento contemporáneo, por las particularidades formales de mi trabajo, no solo los dibujos, sino todo se va trasladando en el medio que me es más adecuado. Si bien estoy enfocado más que nada en el esgrafiado, también estoy pensando en otras formas, en adaptaciones.

Contanos sobre la obra Que me parta un rayo.
La cuestión de los títulos empezó a aparecer ahora, antes era individualizar cada obra. Estoy tratando de generar un desarrollo más en un cuerpo de trabajo, está de a poco pasando a individualizarse. Te cuento un poco de esta obra en particular. Resume un poco mi interés hacia lo natural, cruzado con la razón. Me interesa lo natural y lo que uno puede llegar a pensar de eso y cómo se presenta. En este caso, pensé cómo sería que una isla se parte al medio, aunque naturalmente no podría pasar eso, pero ver la posibilidad de un corte tan tajante y pulido. Hay reglas naturales de lo que puede llegar a pasar en la naturaleza, y es ahí donde yo juego, en la medida en que no sería posible naturalmente, entonces, ahí opero con la mente. Por ejemplo, esa roca de allá, que es muy pesada, la puedo llevar a un punto mínimo, como tratando de generar un equilibrio sobre una fuerza que en realidad normalmente sería imposible. Y eso genera una tensión entre lo natural posible y lo artificial.

¿Qué referente contemporáneo te interesa?
Miro muchas cosas, no solo de mi disciplina. Me interesan Eduardo Basualdo, Rosa Chancho.

¿Cómo se debería mirar tu obra?
Apelaría a pedirles atención, a no quedarse solo en la cuestión estética, sino que piensen qué es lo que está pasando en esa imagen, por que eso está partido al medio, porque esto flota, que se detengan en detalles que, de alguna manera, parecieran estar un poco perdidos.

¿Por dónde va tu carácter?
Antes me decían que era un romántico, pero me molestaba, y era porque pensaba que el romanticismo estaba asociado con una cosa «cheta». Pero también soy trágico y hoy estoy pensando en el barroco, también es parte de mi obra actual. Es muy barroco cómo trabajo la superficie y cómo todo está lleno, y a veces pienso que está a punto de explotar. Esa tensión siento que genera un drama. Pensé también en esos arreglos florales, en la Historia del arte, como que el misterio estaba, pero quizá no estaba como lo pongo yo, hay personas, extremidades y ojos que podés llegar a descubrir, aparecen extremidades en medio del paisaje, como un brazo, son elementos que descolocan. Trato de encontrar la belleza en lo intenso, en lo trágico.

¿Cuánto tiempo te lleva hacer una obra mediana y otra de grandes dimensiones?
Las de dos metros y medio por un metro y medio me llevan alrededor de un mes. Las más grandes pueden llevarme un año.

¿Qué es lo que más te interesa resaltar en tu creación?
Me interesa esa cuestión de misterio. Empecé a interesarme por las representaciones naturales, los gestos del dibujo, allí aparecían conexiones con lo humano: si veo las rocas, pienso que son huesos. Te cuento la historia de la muestra que se llama Déjà Vécu. Es como un investigador psíquico que tiene que ver con un déjà vu, solo que apela más a la experiencia, a lo que vive o siente. Quería hacer referencia a eso, también jugando con la repetición de mis trabajos, ya que la gente ve algún paisaje mío y dice: «Ah, esto ya lo vi», ya que uso un programa para crear imágenes, con lo que hay objetos que se repiten. Mis amigos, que conocen más mi trabajo, me dicen: «Ah, esto lo vi, este árbol también».

Con las palabras Déjà Vécu estás jugando con la homofonía de déjà vu, que significa ya visto, ¿por qué?
Porque quería apelar a la experiencia, a lo que uno puede llegar a sentir, no a la simple visión. Me interesaba también esta relación entre lo natural y lo racional, también lo místico, cómo la mente nos genera confusiones, y eso mismo quise representar en mis paisajes. También armo composiciones de archivos e imágenes que tengo, armo collages artesanales, saco fotocopias, imprimo, pego y después se va armando la imagen. Esta imagen se repite en un lugar y en otro, son pequeñas cosas que quizás alguien se da cuenta. Por ejemplo, puedo hacer una roca que surge del cielo y la otra, de la tierra, y es la misma roca en distintos tamaños, es jugar con esto de que ya lo viste en otros trabajos anteriores, y que vuelven a repetirse en la muestra, y apela a la atención del que está mirando.

La obra de Matías Ercole nos hace emerger del vacío un mundo fantástico, y a través de este original modo de hacer, el artista desoculta el ser del arte. Recorrer su obra implica detenerse y saber mirar para encontrar, en ese preciso instante se produce el acontecimiento, un espacio abierto sobre el cual aletea la poesía.