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31 enero, 2012

Monumento a la Mujer Originaria

 

La oportunidad histórica de hacer(nos) un monumento.

 

Por: Jimena Pautasso

 

De qué se trata esta obra artística colectiva que, visibilizando a los pueblos originarios, invita a los argentinos a pensarnos y preguntarnos por nuestra identidad.

 

Un monumento en reconocimiento a los pueblos originarios, esa es la propuesta. Pero, en realidad, va más allá: el monumento es apenas la excusa. Con lo que quiere mostrar, abre el debate, instala el interrogante: ¿Quiénes somos? Invita a pensar. Invita a pensarnos. A preguntarnos si eso que somos no es más que la consecuencia de este haber sido, de lo que fuimos primero de lo primero, aunque se nos convidara a creer que nuestro origen vino en barco desde Europa. Si lo que somos no es también eso que hoy resiste; lo que, a pesar del paso del ejército y del genocidio, de las tierras robadas, de los no derechos humanos, de la invisibilización, ha sabido resistir.

En nuestro país, más de un 61% de la población posee un vínculo genético con los pueblos originarios. Y en nuestro país, también, decir nación es decir bien poco. Son entre 26 y 30 las naciones que aquí cohabitan; y se hablan, además, 14 lenguas.

Somos todo esto, y el monumento propone que todo ese todo quepa en la palabra identidad.

La idea fue del historiador Osvaldo Bayer y se la contó al artista plástico Andrés Zerneri. Entonces Zerneri se la contó a muchos otros. Y esos otros, a otros más. Y entonces, también, la idea se puso en los cuerpos y tuvo, por fin, movimiento.

Las palabras que los fueron convocando (Monumento a la Mujer Originaria) prestaron sus iniciales a eso que empezaba a activarse: el MMO (Movimiento Memoria y Organización), el cual se encuentra coordinando hoy el proceso de su construcción.

Pero los que lo están construyendo son muchos más. Muchos más.

Será la escultura más grande del país: tendrá unos diez metros de altura y un peso de diez toneladas de bronce. Pero no de cualquier bronce y aquí la potencia del obrar colectivo, aquí los muchos más: será un bronce solidario. Diez toneladas van a ser el resultado de sumar, una a una, doscientas mil llaves. La obra existirá, entonces, por esos mínimos e imprescindibles aportes que cristalizarán (que hoy ya se encuentran cristalizando) el deseo de miles de personas de que esto se concrete. Aportes que luego, fundidos todos a mil grados, se transformarán en la materia que Zerneri moldeará para que aquello que viene a decirse, el mensaje, el contenido, encuentre también su forma.

Esa manera de construir es una fórmula comprobada. Así fue como también ―llevado a cabo por el mismo escultor― se realizó el monumento al Che Guevara ubicado en Rosario.

Hoy se cuenta con la mitad del bronce necesario. Para quienes deseen sumarse y participar, las opciones son varias. Pueden llevar sus llaves (o algún otro pequeño elemento de bronce) al centro de acopio más cercano a su domicilio (en www.mujeroriginaria.com.ar puede consultarse cuál es) o, incluso, fundar su propio centro de acopio. Pueden donar materiales, incorporarse a las actividades del MMO, enviar sus adhesiones. Pueden, además, quienes tienen la capacidad legal para hacerlo, declararlo de interés. Pueden las escuelas inscribirse al concurso Un niño, una llave (que el año pasado se realizó en la CABA, y este año abarcará un área mayor). Y pueden todos, absolutamente todos, sentirse autorizados para decir que son parte de este proyecto. Y de contarlo y difundirlo como, donde y todas las veces que quieran.

Quien lo va a contar y difundir esta vez, en las líneas que siguen, es Liliana Sotelo. Comunicadora social e integrante del MMO, Sotelo explica con claridad y permite comprender con mayor profundidad de qué se trata todo esto.

 

¿Para qué un monumento a los pueblos originarios?

La construcción del monumento es utilizada como una estrategia de comunicación para lograr la visibilización de las problemáticas de los pueblos indígenas de Argentina, sostenida por el arte colectivo como herramienta. Es también la oportunidad de rendir un merecido homenaje a los pueblos originarios de Argentina y toda Latinoamérica, de celebrar nuestra riqueza y diversidad cultural, en un reconocimiento a los pueblos que son nuestra raíz y nuestro futuro. Por su método de construcción, nos permite además ampliar aun más el campo de acción y poder hablar de la importancia del cuidado del medio ambiente, una temática en la que los pueblos originarios tienen un aporte muy valioso por realizar, en tanto tienen un gran respeto por la tierra y la naturaleza. Porque la obra se construye con bronce donado por la gente, utilizando la donación de llaves como emblema, donde donar es también reciclar.

De lo que se trata, en definitiva, es de proteger y divulgar los derechos humanos a través de una obra artística. En este caso, son los derechos de las naciones originarias de Argentina y América Latina, así como también entendemos que la defensa ambiental debe encararse entendiendo que un ambiente saludable es también un derecho fundamental.

 

¿Por qué se decidió que su construcción se hiciera de manera colectiva?

Esa es una de las apuestas más fuertes del monumento. Nos interesa poner en cuestión la concepción del autor como ente aislado de la sociedad en que vive, un ser iluminado por las musas, privilegiado. Creemos en el arte como herramienta, como movilizador y generador de cambio social, por eso la idea de co-autoría es tan importante. Se trata de la deconstrucción del concepto de obra de arte tradicional y su resignificación como obra colectiva, abierta, en construcción permanente. Y, si bien la idea de un arte instrumental no es novedosa, lo interesante aquí pasa por la forma y por el método con que este monumento interpela a la sociedad. Al ser solidario y participativo, nos habla de otras lógicas posibles de creación y de asociación entre las personas, por fuera de la lógica mercantil imperante en todos los ámbitos de la existencia, inclusive en el arte.

 

Esta obra será un regalo que la gente le hará a la ciudad de Buenos Aires, pero con una condición: que sea emplazado en reemplazo de ese otro monumento que es el del general Roca. ¿Por qué se tomó esa decisión?

 

Emplazar a una mujer, símbolo de vida, de unidad, de futuro, en el corazón de Buenos Aires, mirando haciala Casa Rosada, plantea un cambio radical. Representa un ejercicio estratégico y necesario de reparación histórica. Queremos sumar nuestra voz a las miles de voces que están reclamando, de una forma completamente pacífica, con argumentos y con documentos históricos como única arma, siempre apostando a construir una nación verdaderamente inclusiva, que se revise nuestra historia y la memoria que nos dejaron los vencedores. Lo que intentamos con este monumento es hacer una contribución al debate sobre la identidad nacional que se forjó con el general Roca y la generación del 80. Se trata de repensar el ideario que esa generación impuso y las imágenes que nos legó, imágenes que han quedado fuertemente impregnadas en nuestra sociedad. Incluso desde la iconografía porque, cuando ese modelo de país planteado por Roca alcanzó su apogeo, en el Centenario, se erigieron las estatuas de los que debían conformar el panteón nacional, los héroes a los cuáles se debía honrar, imágenes congeladas en bronce de los padres de la patria.

Celebrar el Bicentenario nos dio la oportunidad ─como parte de nuestro propio desarrollo como pueblo y de una profundización de la democracia─ de preguntarnos nuevamente quiénes somos, cuáles fueron las bases sobre las que se erigió el Estado argentino, si fueron el orden y el progreso o el genocidio de los pueblos. La figura del general Roca se encuentra indefectiblemente unida a la creación de Argentina como Estado-nación. Por eso, erigir en su lugar un monumento a los pueblos que esa primera organización de la nación dejó arrasados e invisibilizados, y que tenga la figura de una mujer, nos habla de una voluntad colectiva de reconocernos en la riqueza pluriétnica y multicultural de nuestras naciones.

 

¿Cómo fue la recepción de la propuesta por parte de los pueblos originarios?

Realmente es una gran satisfacción tener la aprobación de muchos referentes de diferentes comunidades a lo largo de todo el país. Saber que coincidimos en los puntos fundamentales, que el monumento tiene la legitimidad más importante de todas, que es la de los propios pueblos, es un aliciente para continuar trabajando. Porque es claro que tenemos consenso, pero eso no significa mayoría absoluta. No nos arrogamos ser la «voz de los sin voz», como muchas veces se hace, aun con buena voluntad, pero equivocando los términos. Somos una voz más, un grano de arena que se suma en la construcción de un país cada vez más justo e inclusivo. Seguimos, día a día, profundizando los lazos con las comunidades, creando otros nuevos, consultando, acercando una propuesta que nos pertenece a todos y todas por igual, que no pretende imponer un monumento sino ofrecerlo: como donación y como autocelebración de nuestros pueblos.

 

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