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22 noviembre, 2011

Resistencia y letras originarias

“Olvidar es una forma de morir”, repiten los abuelos wichí a sus nietos.

por Sofía Kellner

Las voces de autores indígenas de todo el país se alzan para perpetuar la memoria y luchar contra el olvido, para difundir su cosmovisión y revalorizar la oralidad de su tradición literaria.

«La literatura indígena se diferencia de la literatura indianista, la literatura indigenista y la literatura en lenguas indígenas, pues cada una tiene sus propias características. Como acota Carrasco, en la literatura indianista los escritores no son indígenas, sino que pretenden ser portavoces de una cultura ajena a la suya. En la literatura indigenista, los escritores tampoco son indígenas, pero tratan de adentrarse en el pensamiento originario desde su perspectiva, tratan de penetrar la cosmología indígena y sus personajes indígenas son más convincentes. La literatura en lenguas indígenas es realizada por originarios urbanos o rurales que han accedido a la escritura de la lengua autóctona y están produciendo textos». La afirmación que hace el escritor kolla Sixto Vázquez Zuleta, también conocido como Toqo, no solo aclara, sino que construye un sujeto escritor: el autor indígena silenciado por mucho tiempo, actualmente en un proceso de recuperación de la voz que plasma en la escritura, ese medio de representación propio del sujeto colonizador.

Toqo es un prolífico autor jujeño que se dedica a la difusión de su legado kolla. Declara: «Ser kolla es tener antepasados indios, una historia en común, saber que uno tiene que luchar para no deshonrar a los antepasados», y pone en evidencia su intención de difundir el pensamiento y la vida cotidiana de su pueblo a través de su obra, compuesta por una gran diversidad de géneros: ensayo, novela, cuento, poesía e incluso recopilación de coplas norteñas.

Sin embargo, no es el único indígena que escribe. Desde todo el país, los distintos pueblos originarios toman la pluma para plasmar en la escritura una literatura que es esencialmente oral, pero no por eso menos válida, como afirma con vehemencia Vázquez Zuleta: «Para quienes aún persisten en negar su validez cultural, los pueblos indígenas no tienen cultura, sino folklore; no tienen arte, sino artesanía; no tienen literatura, sino solo mitos y leyendas orales. Dicho criterio discriminatorio niega el estatuto de literatura a los relatos, canciones, poemas o fábulas indígenas y los nombran —por la obligación de nombrarlos de alguna manera— como mitos y leyendas. Eso se proyecta hacia las expresiones literarias, donde el escritor indígena que usa el lenguaje popular es denostado». El poeta Fortunato Ramos tuvo que atravesar esta situación, criticado por el lenguaje que emplea en sus versos, como por ejemplo No te rías de un colla.

Otro exponente de producción literaria indígena es Liliana Ancalao que, inspirada en su identidad y en su pertenencia al pueblo mapuche, compuso Mujeres a la intemperie, su tercera obra poética, que surge con la intención de «reflejar la cosmovisión mapuche y ese camino permanente que se teje entre el campo y la ciudad, la naturaleza y el cemento».

En estas obras se trata de exponer una visión distinta del mundo. El tiempo no se concibe como una sucesión de eventos, como un avance continuo. Se rechaza la idea de progreso, por entender el tiempo como una línea, y no como un espiral, sino como un círculo. En vez del avance sin retroceso, lo que diferencia a la concepción del tiempo es pensarlo como algo cíclico, que permite la simultaneidad y la repetición de ciertos eventos, pero con algunos cambios. La interpretación de la naturaleza es otro gran punto de diferencia entre la visión occidental y la indígena, ya que no adquiere un valor simbólico, o como reflejo de la humanidad. Se trata de algo sagrado que funciona como una individualidad, integrada por distintos seres, animales y vegetales, que hay que respetar. No es entendida o tratada como un medio, sino como un familiar, un pariente.

También el poeta qom Víctor Zárate tiene claro su objetivo, cuando sostiene que una de las finalidades de su literatura es «trasladar a la esfera literaria toda la riqueza de la cosmología ancestral». En su primer libro de poesía, Reflejo del hombre, revaloriza su origen, su raza.

El escritor, docente e historiador wichí Laureano Segovia es otro ejemplo de lucha para evitar que esta literatura desaparezca. En 2005 publicó Memorias del Pilcomayo, una obra en la que reúne los relatos orales de más de 35 comunidades wichís. Lecko Zamora también forma parte de este movimiento de resistencia y divulgación. En su libro Ecos de la Resistencia, la perpetuación de la memoria es uno de los principales motores que lo propulsan. «Nuestros abuelos siempre nos dijeron: “No olviden porque olvidar es una forma de morir”», recuerda Zamora, y de esta frase, hace bandera.

 

Ancalao, Liliana: Mujeres a la intemperie. Comodoro Rivadavia: Bajo los huesos-El Suri Porfiado, 2009.

Ramos, Fortunato: Costumbres, poemas y regionalismos. Humahuaca: Editorial Independiente, 2003.

Segovia, Laureano: Memorias del Pilcomayo = Otichunaj Lhays tha oihi tework [edición bilingüe castellano-wichí]. Salta: Ministerio de Educación, 2005.

Vázquez Zuleta, Sixto: Los Fríos Vientos de Zenta y Otros Cuentos de Humahuaca. Humahuaca: Museo Folklorico Regional, 1983.

Zamora Leckott, Audencio «Lecko», Ecos de la Resistencia. Resistencia: Instituto de Cultura de la provincia del Chaco, 2009 (Colección Pajlhayis Kajiayayaj Pak. La luz de nuestros ancestros).

Zárate, Víctor: Reflejo del hombre. Formosa: Ñasaindy Cartonera, 2009.