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14 julio, 2014

Retratos misteriosos, iluminados por la nostalgia

Por Margarita Gómez Carrasco

            Inconsciente óptico es el nombre de la muestra que se expuso en la galería Bisagra hace un par de meses. Su autora, la artista Lisa Giménez, reunió una serie de retratos misteriosos, de una incomparable belleza melancólica. El conjunto de fotografías pone el acento – según Walter Benjamin – en el valor de culto de la imagen como último refugio de los seres queridos, lejanos o desaparecidos.

            Inconsciente óptico nos motivó a pensar en un órgano, el ojo, por donde circula la pulsión, y en lo inconsciente, estructurado en un lenguaje de imágenes: fotos que hablan atravesadas por la luz de la nostalgia.

 

¿Cuándo nace tu inquietud por el arte?

Mi contacto con el arte contemporáneo data del 2005, cuando empecé a trabajar como asistente en una galería. Ahí conocí un montón de cosas, y empecé a ver el arte de otra manera. Antes era mirar pinturas y decir “qué lindo” o “qué feo”. Trabajar en la galería me acercó al arte contemporáneo. Me hizo familiarizarme con otros medios y con soportes no convencionales. Fue recién ahí que logré engancharme con la fotografía artística, trabajar en un proyecto, en una serie.

¿Desde cuándo te gusta la fotografía?

Mi papá era fotógrafo, si bien en los últimos años no se dedicaba más a eso. Cuando era chiquita, él trabajaba para algunos medios de comunicación y para Kodak, por lo cual a los 5 años yo ya entraba al cuarto oscuro prefabricado en casa. Con el tiempo empecé a estudiar con la misma cámara con la que trabajó él, la que mi mamá le había regalado en el ’73. O sea que, mi contacto con la fotografía es de chiquita con él, después decidí estudiar. Me anoté en el ’92 en la Escuela de Andy Goldstein, en una época en la que no había tanta oferta como ahora, que era la única que tenía una carrera más formada, aunque todavía no tenían títulos oficiales.

¿Cómo incidió la muerte de tu padre en la decisión de convertirte en artista?

Luego de su muerte empecé a estudiar, antes sacaba fotos pero sin ningún criterio en particular, solo porque era algo que me gustaba. Me resultaba desconocido trabajar en una serie, en un proyecto. Tomaba fotos sueltas, nunca había hecho edición. El clic fue en el mismo año en que falleció papá, el 2002. Encaré mi primer trabajo que se llamó Interior, era una serie de imágenes de ropa interior colgada en sogas que luego, en la edición, terminaba hablando de una situación no costumbrista.

Al principio colgaba la bombacha al lado del repasador, puesta con el mismo broche      – algo que yo jamás haría. Entonces, iba a la terraza y me preguntaba: “¿Cómo puede ser que esta señora cuelgue con el mismo broche la bombacha y el repasador?”.  Después, cuando edité el trabajo en el 2006 – habiéndolo empezado en 2002, cambió totalmente porque se transformó en una serie que más bien hablaba de un vínculo afectivo de pareja. Ese fue el clic que me llevó a trabajar en función de un tema, de una motivación.

¿Qué hiciste con los objetos que pertenecían a tu padre?

La muestra Genético.

¿Esa muestra fue un homenaje a él?

En su momento no lo planteé como un homenaje. La verdad es que estaba trabajando con un grupo en ese momento que se llamaba 54-11. Teníamos un espacio, donde nos reuníamos todas las semanas a charlar, en el cual hicimos dos muestras colectivas con todos los miembros del grupo, que éramos seis. En cada muestra convocamos a una curadora, Valeria González en la primera y Fabiana Barreda en la segunda. No teníamos un tema en común para hacer la muestra, y yo tenía en mente hacer un retrato con objetos. Después, a medida que seleccionaba los objetos me fui dando cuenta de que representaban un vínculo entre mi padre y yo. No eran objetos elegidos al azar. Entonces empecé a descartar algunos. Por ejemplo, la cámara, porque la cámara fue de él y después fue mía, representa un gusto que los dos teníamos por algún tema en particular. En ese retrato compuesto por objetos hay una pipa y un paraguas. Pero no es el paraguas en sí mismo, es el estilo del paraguas. Después, leyendo un poquito, encontré que uno hereda 24 grupos de cromosomas, entonces finalmente el trabajo terminó teniendo 24 objetos o 24 grupos de objetos y se llamó Genético, además, por la parte de la personalidad de él que yo encuentro en mí. El homenaje surgió porque en ese retrato hay un desplegable que tiene por título Genético, de una obra performática que él hizo en el ’76.

Ese retrato, que nació como retrato fotográfico de objetos, también se convirtió en un video de igual nombre.

¿Ese video lo dirigiste vos?

Sí, con ayuda de mi marido en la edición. En realidad, es un video-animación en el que sólo se ve el contorno blanco de los objetos, o sea, están vaciados de contenido. Van pasando tipo carretel de película y, cada tanto, ves en una suerte de  disparo, durante dos milésimas de segundo, el objeto. Es un sinfín de los 24 grupos de objetos. Después hice otras piezas más que conformaron mi primera muestra individual, también en la galería Bisagra, llamada Mis palabras y mis cosas.

¿De qué se trataba?

Estaba Genético por un lado, pero también había retazos de mi historia. 

¿Cómo nació ese proyecto?

La inquietud nació a mitad del año pasado, casualmente. Cuando inaugurás una muestra de pronto se genera ese vacío; incluso antes de que cierre, te das cuenta de que una serie va llegando a su fin. Esa serie empezó en el 2011. La primera vez, estuvo en Buenos Aires Photo en el Palais de Glace; luego, la llevé a Miami. Después, estuvo en ArteBA, Casa Foa, porque la eligió una arquitecta para su espacio en Recoleta. Para alguien que proviene de la imagen bidimensional, sin tener  gusto por la escultura, de pronto empezar a manejar el espacio, es alucinante.

¿Y cómo nace Inconsciente óptico?

También de casualidad, después de releer con Valeria González el texto de Walter Benjamin, me detuve a pensar en que hace hincapié en el aura. Uno sabe que la fotografía tenía un tiempo para que el modelo pudiera aguantar sin moverse, ya que no se hacía con flash, si no con luz natural. Quise experimentar esta cuestión del tiempo, de la pose, entonces empecé a probar. En los inicios de la fotografía las tomas eran larguísimas, los daguerrotipos tenían otros tamaños, y si la persona se movía un poquito no tenían la nitidez de la fotografía de hoy y salían medio borrosas. Era una tortura, entonces, hasta el pestañeo.

¿Cuánto tiempo dura la toma?

Medio segundo de exposición. Pero los hago posar durante 20 minutos. Las fotos de antes por ahí tenían 20 minutos. Yo quería hacer eso, pero era imposible que no saliera en movimiento. Entonces dije: “No, en 20 minutos no puedo hacerlo. ¿Cuál es el tiempo más largo que puedo hacer sin que aparezca el pestañeo de los ojos?”. Sobre todo teniendo en cuenta que no son fotos individuales. El tema es que tenés que hacer que tres personas no pestañeen en el mismo momento. Recién lo logré en medio segundo. Y aunque yo no puedo disparar durante 20 minutos, sí los puedo tener a ellos posando. Porque lo que yo quería respetar no era tanto la cuestión técnica de si se disparaba o no, si no la de poner al sujeto en esa situación de estar 20 minutos absolutamente concentrado en sí mismo; nada más que en sí mismo y sus movimientos, sus músculos,  sus temblores, y sus pestañeos.

Las imágenes de Inconsciente óptico, tienen un aura de misterio… ¡son fuertes!

Sí, lo creo que pasan las dos cosas. Por un lado, me parece que la persona está absolutamente conciente y concentrada en sí misma. Les digo: “Te tenés que quedar quieto”, o sea que, no les queda otra que hacerme caso. Pero a medida que pasan los minutos, me parece que también hay una pérdida de conciencia de sí mismos. Me parece, es lo que creo que sucede. Entonces, ahí es cuando se relaja el gesto.

No sé cómo seguirá esto. Por ahora necesito manejarme con vínculos. Valeria González habla de esto en el texto, de subvertir el rol tradicional de la familia burguesa tradicional en la foto posada, en la que estaba el padre y todos los niños rodeándolo. Esas tradiciones de cómo mostramos a la madre, cómo mostramos al hijo, cómo mostramos al hermano. Entonces, digamos, yo juego un poco con eso. En principio, juego en función de las cosas que yo conozco de estos vínculos.

Para finalizar, ¿cuáles son tus referentes?

Candida Höfer me encanta, aunque no tenga nada que ver con lo que estoy haciendo en este momento. Ahora, sí tengo el nombre de la persona que me hipnotiza por completo, que la conozco hace muchísimos años, que es Sidney Sheldon. También estoy fascinada con Austin Life porque me pasaron el libro de los stills de sus películas y estoy chocha con haber visto completo ese trabajo. Tiene que ver con un proyecto que tengo en la cabeza desde hace muchísimos años y que, hasta ahora, no tenía ningún sentido realizar. A partir de esto, sí me dan ganas de empezar a ir por ese lado, de armar unas escenas sobre esos relatos que uno tiene, pero que no vivió, de su propia historia.

Lisa es una artista contundente, profunda. Su obra, pletórica de poesía, es el camino que encontró para reinventarse y empezar a trazar su propio espacio. Inconsciente óptico es mucho más que una serie de retratos, nos muestra un lugar insondable – como decía un poeta jujeño donde no penetra el ojo humano.

Lisa Giménez
Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1971. Es licenciada en Publicidad, fotógrafa profesional y docente de fotografía, posproducción de imagen digital y edición de imágenes fotográficas. En su formación como artista visual, asistió a clínicas de arte y análisis de obra con las artistas Fabiana Barreda, Patricia Hakim, Sara Fried y Valeria González.

En 2006, inauguró su primera muestra individual, Interior, curada por la Lic. Valeria González, en la ciudad de Mar del Plata. Desde 2006, participa en diferentes muestras colectivas, entre las más destacadas: Estado Civil en el Taller 54-11, curada por Fabiana Barreda (2009), e Intersecciones: tecnología, naturaleza, subjetividad en la Galería ArtexArte, curada por Jorge Zuzulich (2009). Cuenta en su haber con varios premios y reconocimientos. Entre ellos: el Gran Premio Adquisición en el 98° Salón Nacional de Artes Visuales (2009), el 2do Premio del Concurso de Fotografía Contemporánea Argentina Metrovías (2009), y una Mención Honorífica en el Concurso de Fotografía Contemporánea Fundación Deloitte (2008). Desde 2009, es artista de la galería Bisagra Arte Contemporáneo, dirigida por Florencia Kaplan, que la ha representado en ferias internacionales como: Pinta Londres 2010, Scope Miami 2011, BAPhoto 2011, y ArteBA 2011 y 2012.