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13 diciembre, 2012

Fundador de la Compañía Elemental, creador versátil y multidisciplinario, Miguel Rausch investiga las múltiples posibilidades de la experimentación escénica, combinando música, objetos cotidianos y movimiento corporal. Una búsqueda intensa que va de la percusión no formal y la danza, hasta la poesía y el teatro.

Por: Martín Jali

«Yo en mis cursos hago safaris musicales: damos vueltas manzanas buscando objetos para interpretar la música que vamos a hacer. Y siempre hay cosas tiradas. Es más difícil no encontrar que encontrar». Con estas palabras, Miguel Rausch evidencia tanto su búsqueda permanente de medios de expresión como su versatilidad compositiva. En Girondo —viernes a las 21 en El Kafka Espacio Teatral—, la Compañía Elemental no solo asume el desafío de la fusión genérica, sino que la potencia aun más, integrando el concepto de la percusión performática a la obra poética de Oliverio Girondo. Así, Girondo diagrama una recorrida que abarca la danza, la música y la actuación para construir secuencias, más que narrativas, emocionales, enriquecidas por la poesía. La percusión con botellas, tapas y barriles, y el agite corporal se entrelazan con naturalidad en los versos de poemas como «Derrumbe», «Atardecer» o «Tan Tan Yo», en una original puesta donde sobresalen el trabajo de iluminación, la creatividad y la peculiar atmósfera que crean los performers.

Sentados en una de las salas de ensayo de El Kafka, pasado el mediodía, El Gran Otro conversa con Miguel Rausch, creador de la Compañía Elemental y director de Girondo.

¿Cómo surgió la Compañía Elemental y de qué se trata la propuesta de la percusión performática?

Hace unos quince años, fui a ver Stomp. Me impresionó mucho, y salí del teatro pensando que ese era un camino que tenía que seguir. Yo soy una persona que está obsesionada con la originalidad, obviamente no es que invento las cosas de la nada, pero me gusta transitar caminos que veo que están transitados pero a mi propio paso, poniéndole mi propia impronta. Entonces, lo que pensé fue lo siguiente: me gustaría hacer un grupo que interpretara a la manera de Stomp, es decir, con objetos de todos los días, haciendo percusión. Como percusionista, lo pude ambicionar muy rápidamente. Me di cuenta de cómo lo podría implementar, que en realidad es una híper vuelta de tuerca a los principios de la música, digamos entendiendo los principios de la música como seguramente habrán sido: unos tipos alrededor del fuego, cantando y después percutiendo algún objeto que tenían a mano, que sería la tecnología más elemental en materia musical. Después habrán venido las flautas y otros instrumentos más complejos. Pero, en resumen, objetos percutidos y voz. Me impresionó también algo en lo cual yo ya venía pensando: los conciertos se habían vuelto…, no ahora que está todo híper tecnologizado, pero, en su momento, se habían convertido en eventos visuales muy aburridos. Entonces entendí que nuestro grupo tendría que tener una impronta visual muy importante, que no sea simplemente la música. Que vos, comprándote un disco del grupo, exclusivamente, tengas acceso a una parte, a la mitad de la propuesta. Que haya que ir a verlos: que una parte sea el tema, pero también la manera de ejecutar ese tema. Así fue como se formó la compañía: sabía que iba a trabajar con elementos, sabía que iba a trabajar percusión, sabía que necesitaba una puesta en escena mucho más similar a un espectáculo de danza que a un concierto de música. Empecé a hacer mis primeras grabaciones, en base a estándares de jazz que me gustaban mucho: «Summertime», «My funny Valentine», «Black coffee», y les puse tramados percusivos utilizando objetos. Entonces hacía «Summertime» usando una serie de botellas, todo muy rítmico, después con bidones. Empecé a hacer un acopio de objetos que sonaban, al mismo tiempo que yo armaba un estudio en mi casa, haciendo versiones de estos temas. Cuando tuve un montón de temas listos, pasé a necesitar al grupo que los interpretara. Sabía que necesitaba, por un lado, percusionistas, pero también algo más. Los músicos tienen un problema grande con el tema del cuerpo en el escenario; básicamente se sienten bastante incómodos. El recurso es reverenciar el género: los guitarristas tienen sus poses que remiten a Keith Richards y los tipos más físicos. Ni hablar del baterista, que está sentado y tiene una pared entre él y el público, que es su propio instrumento. Necesitaba un grupo de músicos a los que no les diera vergüenza moverse y hacer cosas que no pertenecen al mundo de la música. Así hicimos este espectáculo, que se llamaba Intro. Después nos metimos en Girondo.

Hablemos de Girondo, el nuevo espectáculo que están presentando en El Kafka. ¿Cómo se dio el acercamiento a la poética de Oliverio Girondo? ¿Cuándo sentiste que ahí había algo que podía confluir con la propuesta performática de Elemental?

Yo hago música con los elementos más extraños pero no escribo letras. Un día, en un cumpleaños, empecé a recorrer la casa, llegué a una biblioteca y saqué un libro de Girondo. Entendí que ese material era perfecto para Elemental. Después compré sus Obras completas y empecé a leerlo en profundidad. Lo que él plantea es de una complejidad tan grande, y de un nivel de absurdo tan grande, porque no es que él te cuenta una historia poéticamente, o te muestra una imagen poéticamente: él directamente se mete en el lenguaje y se caga a trompadas con el lenguaje, y lo presenta, que es lo que más me impresiona de Girondo como artista. Girondo, por otro lado, no ha perdido vigencia: estas obras se escribieron en los años 20 y los 30. Y fueron, además, una exposición al ridículo y a la burla tremenda, porque no es que todo el mundo escribía de esta manera.

Girondo tiene una cuestión rítmica en sus versos y, al mismo tiempo, hay un trabajo con el lenguaje que propone una cuestión prelingüística que se acerca por momentos, especialmente en algunos poemarios, al lenguaje de los niños…

Exactamente lo que decís lo pensé yo: esto es un protolenguaje. No lo había pensando en su momento, pero por momentos parece un chico balbuceando. Él jugaba con estos neologismos. A mí siempre me interesó que no se entienda lo que se dice. Yo tengo 43 años y me pasé toda la infancia idolatrando música cuya letra nunca entendí. Y cuando la entendí —yo a los 20 años hice un viaje de varios años en el extranjero, incluyendo Estados Unidos, donde aprendí a hablar muy bien inglés—, desde las letras de las canciones de los Beatles, bueno, no dicen nada en realidad, no pasa nada. En ese sentido, a mí me enloqueció la sonoridad de las palabras. Lo que quiero decir es que, por mi edad, pertenezco a una generación que escuchó mucha música y nunca se enteró de qué decían esas canciones. Por eso a míi me pareció lícito esto que yo proponía. Girondo me daba la materia prima perfecta para que pudiera desarrollar esto que tenía en la cabeza hace mucho tiempo. Más que nada, sus últimos poemas, En la masmédula. Utilizamos también otros poemas de antes, que son mucho más claros, como «Atardecer». Me pasó también de aplicar un concepto que utilizaba antes: lo voy a leer, a leer, a leer, a repetir hasta que encuentre el ritmo, y el ritmo que me dispare la música. Así los leía, hasta que les encontraba una cadencia rítmica y, una vez que tenía la cadencia rítmica, lo único que me faltaba era construir la melodía. Yo tengo, además, un sistema de enseñanza de música donde le enseño a la gente a componer música sin saber nada: percusión corporal, música, baile. A este sistema lo llamo SOG: Sistema Operativo a los Golpes. Bueno, aplicando conceptos que yo enseño, podía armar melodías muy fácilmente. Así fueron apareciendo las canciones.

¿Con los poemas te manejaste con recortes de versos o cada segmento está elaborado a partir de poemas completos?

Hay un solo poema que yo lo termino de repente, que es «Hasta morirla», porque la canción no me pedía terminar el poema. Perdón, hay otro, «Derrumbe», pero es por otro motivo. En «Hasta morirla», como se volvía una redundancia, finalmente en un momento lo corté. Es gracioso porque corté la frase a la mitad. Hay una anécdota curiosa: con mi mujer, Judy, que hace los objetos, las luces, y además es la productora de Elemental, fuimos a hablar con Susana Lange, que es la heredera de Girondo. Ella es la sobrina de Norah Lange, que era la concubina, la novia de Girondo, ellos no tuvieron hijos. Y fui y le dije: «Susana, para mí, Girondo era un compositor que quería hacer música sin recurrir a instrumentos, entonces lo que hacía era hacer música con palabras». Ella me dijo que no, que era muy tanguero, y para él la música era el tango. Sin embargo, me quedé con la duda, porque hay una musicalidad muy fuerte en sus poemas. Al trabajar con su poesía, me tomé una licencia girondeana que no creo que le hubiera molestado: hay ciertos acentos que cortan algunas métricas y cadencias mías. No vas a encontrar dos compositores que opinen exactamente igual. Entonces sí jugué y tuve que modificar algunos acentos. Entonces adecué. Cuando me gustaban mucho algunas palabras y no me daba la métrica, tuve que cambiar. Doblé, hice un tetris. Que era algo que él hacía: inventar palabras. Así que me pareció lícito. Después, volviendo a la pregunta, los poemas tal cual son.

¿Sentís que sos actor, músico, performer, percusionista, vocalista?

Tengo un gran problema con eso. Estoy totalmente perdido. Me enorgullece como artista, pero es un problema profesional muy grande. Es así: yo soy músico, pero no me siento en sintonía con los músicos. No siento las cosas de la misma manera, no me conmueven las mismas cosas. La música, por el camino que transité, no me llena más. Para mí, no es un objetivo como baterista hacer una banda que la pegue. Yo me entrené durante muchos años con Ana Frenkel, que tiene un entrenamiento físico para actores y bailarines. Ahí sentí que encontré un lugar, que la cuestión física me podía ayudar a llegar adonde yo quería: esta especie de arte total. Los actores norteamericanos la tienen re-clara en ese sentido; vos no vas a encontrar a ningún actor que no cante o no baile. Hacen todo ellos. En la India, la formación artística es totalmente integral. Todo el mundo baila, canta, actúa. Yo soy músico, tengo una facilidad con la actuación, soy actor, hace 3 meses era actor profesional del San Martín; no soy bailarín, pero entiendo el cuerpo como un instrumento y doy toda la energía que tengo para dar un espectáculo lo más profesional posible. Porque yo además trabajo con ese elemento: no el bailarín profesional que tiene 20 años encima de trabajo. Yo lo que me planteó con Elemental es lo siguiente: ¿qué pasa cuándo la gente común hace cosas extraordinarias? Con extraordinarias, me refiero a cosas fuera de lo normal, fuera de lo ordinario. Me gusta esa energía, esa energía de la gente que se mete en disciplinas que no está preparada para hacer. Yo creo que, con Elemental, vos podés marcar categorías a la cual pertenece, pero no podés decir que Elemental o Girondo es teatro, es danza o es música. Porque la propuesta excede a cada una de estas disciplinas.

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