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19 octubre, 2012

Bernstein irónico y paródico.

Por Osvaldo Andreoli

Primera audición en nuestro medio de una ópera, luego incluida en A Quiet Place, por el compositor de Candide y West Side Story, célebre educador y director de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. En La Scala de Milán dirigió a Maria Callas. Y en la Ópera de Viena, un Falstaff con producción de Luchino Visconti, con Dietrich Fischer-Dieskau como protagonista.

Trouble in Tahiti (1952), con música y letra de Leonard Bernstein, es una ópera en un acto y siete escenas, en la que una película es la vía de escape al aburrimiento y la tribulación matrimonial en un suburbio de la clase media estadounidense. Un pantallazo de la superficialidad cotidiana, el confort y la sociedad de consumo, donde se cuestiona el «american way of life».

Lo curioso es la introducción de un trío vocal de jazz que comenta la acción, como una suerte de coro griego en la era dela publicidad. Uncomercial radiofónico inspiró al compositor.

¡Qué película!

El cine como entretenimiento de masas, con su fábrica de ilusiones, es aludido en el aria delirante de la mezzosoprano. Marta Blancose prodiga en la rapidez de «¡Wath a movie!», con texto abundante, cambios repentinos, notas «picadas», staccato y juegos paródicos. Hay tarareros que la partitura pide nasalizados, satirizando «South Pacific», una superproducción de la época. El despliegue histriónico ocurre en una sombrerería donde Dinah se burla de la trama de Trouble in Tahití, la película que acaba de ver, pero se sumerge en el ensueño. La fantasía vuela hacia lo exótico («Island magic»). El cine aparece como sustituto dela realidad. Y el trío se inmiscuye comentando…

El arioso en la escena de la visita al terapeuta es una cadencia, un cantábile. Y los dúos, en canon. Sin recitativos ni pirotecnia vocal. Por contraste, cuando la pareja tiene algo para decirse…, sobreviene un silencio. Luego, en diálogo hablado, él propone ir a ver la misma película que ella acaba de ver porla tarde. Eirán.

Ganadores en blanco y negro. ¡Y en Technicolor!

El barítono Martin Caltabiano resulta convincente en su aria del gimnasio. Sam ha ganado un trofeo en el torneo. «Hay una ley sobre los hombres», según la cual «el ganador nace ganador». Aparece en paños menores en el vestuario y, mientras se viste, canta. Recio, solvente en su caracterización, con metal de voz templado, afinado, Catalbianco es el ganador.

En la puesta con poca utilería y vestuario apropiado, Marta Blanco resuelve las escenas con espacios acotados porla iluminación. Esel caso de la introspección de los personajes, bajo sendos cenitales. En la pantalla omnipresente, se proyecta al principio un filme en blanco y negro, con escenas de la vida cotidiana a mediados del siglo pasado. Luego la pantalla queda en blanco, muda; salvo un efecto de contraluz celeste sobre fondo rosa, esporádicos parpadeos de color, como una ilusión de la pareja «en blanco y negro». Que al cabo se reencuentra mirando el «The End» en Technicolor.

(Alguna vez lo diría Marylin Monroe: «Estoy intentando encontrarme a mí como persona, a veces eso no es fácil de hacer. Millones de personas viven toda su vida sin encontrarse».)

Adaptación

Contando con la partitura para piano, Enrique Prémoli realizó una adaptación que incluye piano, clarinete (Stefanía Spector) y percusión (Arauco Yepes). Al adoptar las partes más jazzísticas, el clarinete se destaca en el motivo del «Preludio». La suave percusión, apianada, no estorba el canto, y crea efectos con las escobillas en pasajes ocurrentes, como en el aria «¡What a movie!».

(La partitura original fusiona el arte lírico con el «entretenimiento» popularizado, pero se mantiene en el orden académico. Hay secuencias orquestales, como la transición a la escena segunda, un trayecto que introduce en el tráfico de la gran ciudad, e incluye sirenas.)

Coro irónico

El trío vocal juega un rol de coro irónico. En la escena de la oficina, parece publicitar al hombre de negocios cuando comenta, alternativamente, «Oh, Sam eres un hombre maravilloso», «Cuando se trata de dinero, eres el mejor», «Oh, Sam, eres un hombre de gran corazón»…

Con buena dicción y ductilidad en los movimientos, lo integran Ana Sampedro, soprano; Emmanuel Faraldo, tenor, y Juan Ignacio Suares Christiansen, barítono.

En la rumba final, aparecen con maracas y típicos pañuelos al cuello. Pero antes su actuación es funcional ala puesta. Seacomo secretaria en la oficina, vendedora en la sombrerería, empleado del gimnasio o terapeuta. Y además ayudan en los cambios de escena, como servidores.

El «coro» comentala «Magiade la isla», donde «nuestros soldados se arrojan en paracaídas», «llega la buena y vieja Armada de los Estados Unidos», y las suaves nativas bailan con ellos, entre otros deleites. Como en la transición hacia la escena del gimnasio, cuando se exalta la cultura de la TV.

(Ópera exhibida en el marco del 44.° Festival Internacional «Encuentros 2012».

Fundación Encuentros Internacionales de Música Contemporánea. Dirección artística: Alicia Terzian.)

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