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28 enero, 2012

Vida de perros

La pelea por recuperar el servicio de zooterapia.

 

Por Julieta Lorea

 

Contra el silencio y la indiferencia del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cientos de padres luchan cada día para que se les devuelva a sus hijos el centro de terapia asistida con animales que funcionaba en el Parque Roca.

En el servicio de zooterapia del Parque Roca, los niños autistas podrían compartir largas horas con amigables perros, para acelerar su proceso de sociabilización. Los niños con dificultades motrices podrían recostarse sobre el lomo cálido de dos golden retrievers, con el fin de relajar sus músculos; soltarían carcajadas, fruncirían sus ceños, pegoteados de besos caninos. Más de 500 niños discapacitados podrían sentirse queridos y valorados en un espacio creado para ellos.

Sin embargo, todas las posibilidades se esfuman ante una realidad que descubre las puertas del servicio revestidas de rejas y candados. Desde octubre de 2010, el predio del Parque Roca está condenado al silencio y sepultado por un pasto que crece desprolijo, entre recuerdos y promesas incumplidas.

La zooterapia es un sistema de rehabilitación con perros entrenados y certificados para trabajar con distintas patologías; una práctica difundida con éxito en muchos países. En Argentina, el servicio del Parque Roca era el único programa que la llevaba a cabo de forma profesional, gratuita y abierta. En el año 1993, la psicóloga y especialista en zooterapia Elsa Szwarcman se propuso la trabajosa tarea de crear, desde cero, un espacio que cobijara perros y personal especializado para brindar un derecho de salud alternativo. De sus propios bolsillos, y su voluntad, salieron los medios para hacer posible este emprendimiento. Comenzó su proyecto con tres perros, y para el 2003 ya tenía más de 40: golden retrievers, labradores, terranovas, boyeros de Berna y pastores del Pirineo; todos, adiestrados según la técnica Pet Partner y certificados según las normas ADI (Assistance Dogs International).

«Todo lo financiaba Elsa, y nosotros colaborábamos llevando mesas y sillas, arreglando las instalaciones, pero nunca se cobró una cuota, cada uno ayudaba como podía», relata Javier, padre de una de las niñas que asistían al servicio.
El programa funcionaba en el barrio de Lugano, de la ciudad de Buenos Aires. Se trabajaba en un espacio donde predominaba lo verde, de esos rincones que inundan las narices de gusto a naturaleza. El servicio de zooterapia no poseía limitaciones de ningún tipo: todos, niños o adultos con cualquier clase de dificultad, eran bienvenidos. «Para un chico con problemas, es muy difícil la vida, se lo somete a ir de médico en médico. Esto era un lugar de diversión que, además, los ayudaba. No solo le hacía bien al paciente, sino a toda la familia», sostiene Amelia, madre de una de las pacientes.

 

La importancia de la zooterapia

 

La zooterapia tiene la característica de alcanzar los mismos resultados que una terapia tradicional. Sin embargo, la diferencia radica en que tales objetivos son llevados a cabo en menor tiempo, ya que, a través de los perros, las personas descubren una nueva sensibilidad, y trabajan con mayor conciencia y energía.
Noelia tenía 5 años cuando empezó a concurrir al programa, en el 2003. Ella padece el síndrome de Rett, una enfermedad que afecta la coordinación motriz y la adquisición del lenguaje. Javier, su padre, recuerda: «Ella asistía tres veces por semana al kinesiólogo, quien intentaba relajar su musculatura con diversos movimientos. Esto llevaba mucho tiempo de esfuerzo y de dolor. En el servicio, la lamida de un perro en la cara de mi hija producía una gran sonrisa, aliviando todos los músculos de su rostro».

En pacientes epilépticos, por ejemplo, los perros entrenados pueden advertir de 5 a 10 minutos antes cuándo la persona entrará en una crisis y avisar al personal. Igualmente, son numerosos los casos de niños y niñas que lograron ponerse de pie y dar unos pasos gracias a la intervención animal. Los psicólogos y los médicos que atendían a aquellos que frecuentaban el servicio coinciden en afirmar los avances que estas personas habían alcanzado gracias a la zooterapia.

«Nosotros siempre recordamos una historia a la que llamamos “los dibujos de Joaquín”. Joaquín Giménez es un niño autista, no hablaba con nadie y les tenía fobia a los perros. Mientras asistía a la terapia, comenzó a dibujar perros felices, y a reconocer a su madre y a su hermano. Cuando el servicio cerró, Joaquín cambió sus dibujos y volvió a retratar perros con colmillos y sangre», relata Javier.

 

El enigmático cierre

 

El servicio de zooterapia del Parque Roca nunca significó un lugar cómodo para las autoridades políticas. Este espacio estuvo atravesado, durante años, por amenazas de cierre, promesas de mejoras y falta de interés de los distintos gobiernos que estuvieron a cargo de la ciudad. Graciela Muñiz, defensora adjunta del pueblo porteño, sostiene: «Yo estuve con los tres jefes de gobierno. Aníbal Ibarra prometió el oro y el moro cuando vio el programa, pero no hizo absolutamente nada. Jorge Telerman, en el principio de la gestión, quiso sacar el programa y luego de varias intervenciones se retractó. Pero con el gobierno de Mauricio Macri no pudimos».
Una de las excusas centrales que provocó el cierre del servicio, en octubre de 2010, fue una resolución dictada por el exdirector de Salud Mental, Juan Garralda, quien exigió la restitución de la coordinadora del programa de zooterapia, Elsa Szwarcman, a su cargo de base en el Hospital Piñero. Una semana después, la jueza Elena Liberatori, del Juzgado 4 en lo Contencioso Administrativo y Tributario, exigió al ministro de Salud, Jorge Lemus, la inmediata reapertura del programa. Pero esto no bastó.

Lo demás fue sucediendo de un modo oscuro e inexplicable: entre intimidaciones, teléfonos intervenidos y acusaciones falsas de dos empleadas del predio, se fue tejiendo un entramado denso de incertidumbres. «El servicio nunca cerró oficialmente, no existe una ley, una resolución, porque no se puede cerrar un lugar así. Lo que sucedió es que comenzaron a vaciarlo de distintas formas: cortando la luz, el agua, el gas, y sacándonos la ambulancia que nos habían dado para trasladar a los perros. A Elsa la obligaron a retirar todas sus pertenencias custodiada por dos policías, como si fuera una criminal», expresó Javier.
En el año 2007, el sector C del Parque Roca fue privatizado para construir el estadio que alojaría la Copa Davis, proceso que causó la tala de decenas de casuarinas centenarias de más de 20 metros de altura. El sector A, con un alcance de 15 manzanas, se encuentra judicializado, a partir de un recurso de amparo presentado por la Defensoría del Pueblo contra la intención del gobierno porteño de instalar allí un polo camionero. «Presentamos este amparo porque el Parque Roca no está destinado para esos fines, sino que está declarado como un espacio deportivo, recreativo y de esparcimiento, no para ser una central de camioneros», denunció Muñiz.

Estas iniciativas, sumadas a la forma irregular con la que se dio cierre al servicio, abren un abanico de razones ligadas a un posible interés inmobiliario en este predio. «Sospechamos que algún interés económico puede haber en esas tierras. Uno va al Parque Roca y lo ve en un estado de abandono impresionante. Como está abandonado, se lo dan a un tercero, que es privado, y pueden hacer de esto una empresa, porque Macri ve a la ciudad como una empresa», concluye Graciela.

 

¿Reapertura del servicio?

 

A pocos días de terminar el 2011, el Gobierno de la Ciudad comunicó, a través de las resoluciones 1050 y 1054, la apertura de un Centro de Día de Rehabilitación, Integración Social y Laboral en Salud Mental, en el lugar donde funcionaba el servicio de zooterapia. Esta iniciativa, que contempla exclusivamente a personas que padecen enfermedades mentales y deja afuera toda otra clase de patología, se parece muy poco al programa para trastornos múltiples, con animales y personal especializado, que los padres reclaman hace tiempo.

«Ante esta supuesta reapertura, a ninguno de los pacientes de los que se tenia la historia clínica en el servicio, con los datos, dirección, teléfono, etc., le fue avisado que el servicio se cerraba, tampoco nos comunicaron si éramos derivados a otro lugar. No se nos dijo nada», manifiesta Javier.

Lo curioso es que dicho centro, actualmente ubicado en el predio de la zona sur, ni siquiera pareciera estar en funcionamiento. La defensora del pueblo asistió al lugar a principios de año y develó: «Estaba totalmente cerrado, no había nada que diera la pauta de que en ese sitio se estuviera trabajando».

Si hubiera un lugar que brindara un servicio de zooterapia, ¿por qué razón los padres seguirían luchando y reclamando su derecho? ¿Por qué utilizarían su escaso tiempo para redactar denuncias y presentar amparos? Si, como garantiza el Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, funcionara este programa en tres efectores de la ciudad ─el Hospital Neuropsiquiátrico «Braulio Moyano», el Hospital Infanto-Juvenil «Tobar García» y el Hospital General de Niños «Pedro de Elizalde»─, ¿por qué motivo las personas damnificadas no asisten a dichos espacios? «En el “Tobar García”, no atienden chicos mayores de 17 años, en el “Moyano” solo se ocupan de mujeres adultas, y en el “Elizalde” no hay nada similar operando, por lo que nos siguen mintiendo», sostiene Amelia.

El servicio de zooterapia es hoy la razón de lucha de cientos de padres que advierten retrocesos en la evolución de sus hijos. Simboliza la bronca de quienes no conciben que se prive a las personas discapacitadas de su derecho a la salud, por un negocio rentable o un irresponsable capricho. Hace más de un año, este lugar es víctima de oídos sordos y voces mudas, de ojos que todo lo ven y corazones fríos que nada sienten.

 

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