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11 agosto, 2012

 

RECOMENDADOS – TEATRO

 

Las criadas, con dirección de Ciro Zorzoli, es una puesta original y sumamente atractiva de una de las piezas teatrales más importantes del siglo pasado.

 

Por Martín Jali

 

 

«Genet es capaz de convertir la fealdad en belleza, y lo sórdido y siniestro en poesía», escribió Witold Gombrowicz. En la casa que la escenógrafa Oria Puppomontó en el Teatro Alvear, las hermanas Clara y Solange Lemercier (Victoria Almeida y Paola Barrientos, respectivamente) cumplen con el placer ritual de intercambiar roles y falsear sus propios valores sociales. Clara se disfraza, mientras que Solange mantiene su registro y, por lo tanto, su identidad: la de criada cama adentro, desesperada y sumisa. Luego, en el momento en que se presiente la aparición de La señora, interpretada por una excepcional Marilú Marini, Las criadas revelerá su condición de meta-ficción. Marini, por su parte, torna con su trabajo, si esto era posible, aun más grotesca y excesiva la famosa pieza que Jean Genet escribió en 1947, inspirado en un hecho real que conmocionó a la opinión pública francesa: el asesinato de la señora Lancelin y su hija por parte de sus dos empleadas domésticas.

Las criadas es una obra donde la mayor parte del conflicto transcurre a nivel textual. Genet, vinculado con el Teatro de la Crueldad de Artaud, toma personajes marginales y reconstruye, con su intensa poética, la historia de Clara y Solange y su relación con una aristócrata francesa que espera el excarcelamiento de su marido, quien fue enviado a prisión por una carta anónima. Las hermanas Lemercier, en un juego que las sitúa al borde de la desesperación y la locura, planean el asesinato de La señora. Aquí hay varios puntos para tener en cuenta, tanto en la estructura dramática como en el arco narrativo de la obra. Un primer estamento define la propuesta estética y la riqueza y tersura de la dramaturgia; se teje en el sadismo, la repulsión y la sumisión que recubre la relación entre las empleadas domésticas y su señora. El texto y las interpretaciones se apoyan en el grotesco y el principio de maldad y odio que supo crear Genet. «Estoy harta de ser un objeto de asco. La odio», grita Solange en un ataque de furia. Antes, había proclamado con convicción marxista-leninista una rebelión de las criadas. Siempre está, entonces, el imaginario de la liberación de la estructura de clases. Debajo de esto, es decir, debajo de este germen nacido del diagrama social, aparece un elemento propio del género policial: el señor de la casa será liberado y, por lo tanto, crece —en la mente de Clara y Solange— el peligro. Que el señor sea liberado poco importa a los fines narrativos; lo importante, lo terrible, es la presencia de la policía: ellos pueden descubrir quienes han escrito las cartas que han llevado al señor a prisión. Al menos, introducen la premura y el suspenso, al tiempo que revelan los verdaderos planes de las empleadas domésticas. Esta problemática está poco explorada en el texto y no presenta mayor rigurosidad. Como se ha dicho, el plano que hace de Las criadas una obra excepcional es el que se ocupa del sadismo y las relaciones entre clases sociales distintas. Sin embargo, lo policial sitúa un punto límite y, por lo tanto, una escenificación de la sospecha: La señora siempre parece a punto de descubrir algo, de comprender, lo que enriquece aún más la original puesta de Ciro Zorzoli.

Marilú Marini compone a una aristócrata excesiva y grotesca, llena de matices y de un poder expresivo alucinante. Su presencia en escena es tan poderosa que, al abandonarla, se siente el vacío que ha dejado. Almeida y Barrientos se pliegan al registro de Marini y, una vez que esta ya no ocupa el centro del drama, deben encarar el desafío de sostener la pieza con las mismas herramientas que ya han demostrado en escenas anteriores. Aquí la interpretación de Barrientos se siente algo monocorde, sin variantes de tono, indispensable para que su personaje y la problemática de las hermanas alcance su clímax, especialmente en la resolución del conflicto.

La puesta en escena de Zorzoli retoma el juego de las cajas chinas —la ficción dentro de la ficción o, en este caso, el relato que, además de extenderse en su propio fluir narrativo, reflexiona sobre si mismo al instalar su propia construcción ficcional— y, de esta manera, hay un mozo, Omar, que se encarga de abrir ventanas, acomodar muebles, sostener a Clara o Solange o agarrar el teléfono que cae antes de que este golpee el suelo. A Omar lo acompañan en escena los utileros y maquinistas. Por último, es importante mencionar la música original de Marcelo Katz y el excelente trabajo de traducción de Laurent Berger, quien, con notable precisión traslada a nuestra lengua toda la intensidad poética de Las criadas.

 

 

Las criadas, de Jean Genet
Teatro Presidente Alvear, Corrientes 1659
Funciones: miércoles a sábados a las 21:00 y domingos a las 20:00

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